Manuel Acosta Ojeda: por un dios humano
Detrás del vals de Acosta Ojeda podemos encontrar la poesía de Vallejo
Hoy sábado 15 hay un almuerzo organizado en homenaje de Manuel Acosta Ojeda. Es uno de nuestros poetas mayores. Mayor en ambos sentidos, en tanto la calidad de su poesía y en cuanto la cantidad de sus años. Hace tiempo que merecería un reconocimiento oficial. Pero en el Perú eso no existe. Menos aún si sus textos son parte de la canción popular. Él es compositor.
Acosta Ojeda y Vallejo son los poetas que más mencionan a Dios. En el caso del primero el espectro de lo divino es amplio. Desde ese acto liberador en el que la voz poética se convierte en “el único sitio donde no manda Dios” (“Cariño”), hasta alusiones más veladas como la madre que reza la tardanza de su hijo (“Madre”) o el amante que quiere convertirse en padre “si el cielo quiere para protegernos/ mandarnos un hijo parecido a mí” (“Si tú me quisieras”).
Mi sensación es que en verdad Acosta Ojeda y Vallejo tienen el mismo Dios: totalmente humanizado. Y para demostrarlo quiero que me permitan mirar por un momento su canción más religiosa: “Canción de fe”
Yo creo que algún día
la espina se hace rosa
y se hará luz la luna,
y el hambre se hará pan
yo creo que algún día
se morirá la muerte
y será la moneda
de amor y de verdad.
Ese día el hombre
será color alma
y el odio arrepentido
querrá volverse amor
los niños tendrán risas,
los hombres tendrán paz
Dios se volverá hombre
y así se quedara.
Lo primero que salta a la vista es su ubicación en lo que se ha dado en llamar la poesía social del 50, Acosta Ojeda tiene una visión lúcida y crítica de nuestra realidad social y del rol que el artista popular debería tener para ayudar a construir la conciencia nacional. Más que canción de protesta debemos hablar de propuesta, nos está presentando un mundo utópico. Para esto se basa en una serie ascendente de antítesis rosa/espina, luz/duda, hambre/pan para llegar a hombre/dios. Si las primeras pueden ser relativamente simples está última parte de la herencia vallejiana que carga a la generación del 50.
Detrás del vals de Acosta Ojeda podemos encontrar el poema de Vallejo “Los dados eternos”: “el hombre si te sufre: el Dios es él”. Sólo que ahora hemos superado el dolor, el dolor causado por las injusticias económicas (“el hambre se hará pan” “se hará la moneda de amor y de verdad”) y por las dolencias subjetivas (“la espina se hará rosa”, “el odio arrepentido querrá volverse amor”). Entonces la separación entre lo humano y lo divino ya no tendrá razón de ser y se producirá una doble transformación: “el hombre será de color alma” y “Dios se volverá hombre y así se quedara”.
La comparación entre Acosta Ojeda y Vallejo no es antojadiza. Por un lado Vallejo es redescubierto por la generación del 50 de la que nuestro compositor forma parte. Por el otro las relaciones entre el mundo culto y el popular se estrechan en esta generación. Desde poetas como Washington Delgado que incluye valses en sus textos poéticos hasta Juan Gonzalo Rose que descubre que escribir para ser leído en un país que no lee es hasta ridículo y comienza a hacer letras de canciones. Acosta Ojeda da cuenta del camino inverso, ya no el poeta que busca el vals sino el compositor que retoma el tema vallejiano para reorientarlo en una verdadera canción de fe.