Octubre morado
Si los toros son un culto a la muerte el Señor de los Milagros es una celebración de la vida. Una fiesta.
Estudiar la cultura limeña no tenía que ver con lo que me gustara o no de ella. El hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdiembre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto, no una prescripción de un “deber ser” sino una explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie.
Esto lo digo porque sé que no todos coincidiremos con los temas del presente artículo. Tengo amigos musulmanes, ateos y cristianos. Seguramente los tres ven de distinta manera la procesión del Señor de los Milagros. Pero ninguno puede dejar de reconocer su existencia y su importancia. Lo mismo pasa con las corridas de toros. Tengo amigos que se oponen a ellas. Que incluso llegan a hacer marchas contra ellas. Pero nadie puede negar que existan.

julius sobrino
En realidad la corrida de toros es casi tan vieja como la ciudad y era torero el fundador de Lima. La primera corrida fue un lunes 29 de marzo de 1540 y el torero era don Francisco Pizarro. Fue en la Plaza Mayor o de Armas como se llamó después. Como se ve había capeadores de todos los niveles sociales, desde el propio virrey hasta la mulata Juana Breña. De ella cuenta Ricardo Palma: “montada en un diestro alazán y fumando un gran cigarro le saco nueve suertes de capa", contradiciendo prácticamente la opinión del Marques de Valleumbrosio que en su libro dice "Difícil es que las suertes pasen de siete, pues es raro el toro que las da y mas raro el caballo que las resiste".

alma, corazón y vida, óleo de luis espinoza
La Plaza de Acho se terminó de construir en 1768 por el empresario don Agustín Hipólito Landaburu y el propio Palma dice que “ocupa más espacio que el mejor circo de España”. Circo le llamaban entonces a las plazas de espectáculos. Tenía 10,000 localidades que, en ese entonces, era casi toda la ciudad. Puedo estar de acuerdo con quienes se lamentan de la suerte del toro. Pero nunca dejaré de leer el poema que le dedica García Lorca a Sánchez Mejía ni el que Nicomedes Santa Cruz hace en homenaje a su hermano Rafael muertos ambos en los cuernos de sendos toros.
Y es que en todas las culturas la muerte ha sido un elemento ritual muy importante. De ahí los sacrificios de animales. No había actividad importante que no significara la muerte de algún becerro: “Salió Israel con todo lo que tenía y vino a Beerseba y ofreció sacrificio al Dios de su padre Isaac” (Génesis 46: 1). Sacrificar es una palabra extraña. La modernidad ha devaluado el lenguaje. Ahora significa algo así como someterse a algún daño o perjuicio. Pero es una muerte que puede convertir al animal de simple bestia en algo sagrado, sacro. Y uno de los problemas de la corrida de toros es que ha perdido de a pocos el sentido sacrificial.
La muerte de Jesús en la cruz fue el gran sacrificio del mundo occidental. Por eso ahora nos dedicamos a una suerte de canibalismo simbólico a la hora de la comunión. La hostia que comemos representa el cuerpo de Cristo. Sor Juana Inés de la Cruz justificaba como acto casi cristiano el canibalismo mesoamericano. La muerte del toro (o del torero) es un regreso a tiempos pre simbólicos y eso es, creo yo, lo que los anti taurinos repudian.

cristo antitaurino/ wikimedia.org
Si los toros son un culto a la muerte el Señor de los Milagros es una celebración de la vida. La historia de una pared que, protegida por el Señor, no se cae a pesar del terremoto. La muerte no está del todo ausente. Cuenta Mariátegui que existe la leyenda de que todos los años el Señor de los Milagros se lleva un cargador al cielo. Pero el sentido final de la procesión es místico. El propio Mariátegui lo dice: “Hay en estos días una intensa resurrección del misticismo en Lima, asfixiado y sojuzgado ordinariamente por el vértigo y el olvido de la ciudad moderna”.
Y es curioso, quién más se ha opuesto a la procesión no son los ateos o musulmanes a los que me refería en las primeras líneas. Ha sido la pseudo modernidad. El alcalde de La Victoria, el Sánchez Aizcorbe que quiso ser alcalde de Lima, pasará a la historia del distrito por dos hechos: 1) aguachafó la tradicional Plaza Manco Capac; 2) no dejó que el Cristo Morado entre a su distrito. Felizmente que no gano la alcaldía provincial.
Junto con la fe sale todo el legado antiguo de Lima: los anticuchos y picarones; el turrón de siempre y el de doña Pepa; las manzanas acarameladas y la chanfainita; en fin, la fiesta. Es un Cristo doliente, el canto que lo sigue es profundo. Conmueve hasta al menos creyente. Pero el derredor de la procesión es una fiesta. Nos olvidamos de lo útil, lo racional. Sale a flote lo ritual. Y en esa ritualidad todos nos hermanamos.
fotograma de la película "el evangelio de la carne"
Las fiestas de la modernidad son reuniones de solitarios. A lo sumo parejas. Lima, en Octubre, es una comunidad viva donde el individuo se disuelve y rescata simultáneamente. Es un diálogo con la divinidad pero también con la ciudad, la familia, los amigos. Los extraños dejan de serlo. La fiesta es ante todo el advenimiento de lo insólito. La rigen reglas especiales, que hacen del 18 de Octubre un día de excepción. Se introduce una lógica, una moral y una economía que no es la de todos los días. El espacio que habitamos se transforma. La presencia de Cristo lo eleva. Se interrumpe la marcha del tiempo. Nadie percibe que las horas pasan. Nos liberamos por un día de la agobiante cotidianeidad, de nosotros mismos, para entrar en la gran comunión universal.
Mientras esperamos al señor no está de más escuchar la canción que le dedicó Mario Cavagnaro, “Lima de Octubre”, quizá la más representativa del mes. Es lamentable que en la película “El evangelio de la carne” la toquen pero no la pongan en los créditos.
Notas relacionadas en LaMula.pe:
Entrevista al Señor de los Milagros. Por Abraham Valdelomar.