Feliz día, canción
Siempre estas para celebrar. Hoy te celebramos a ti.
Tú que proletaria y feminista, eres de las pocas que se acuerdan de las mujeres que con su Singer tienen todo un taller de costura en su casa y en el banco un millón. Que recorres nuestros barrios –barrio mío, barrio añejo- y te alegras cuando le va bien al Alianza Lima o al Sport Boys. No importa que los chalacos estén en segunda división, igual siguen jugando. Que antaño –dicen que todo tiempo pasado fue mejor- acompañaste a nuestra selección al mundial de México 70. Ahora el nuestro es un país al revés.
Eres chola en la voz de Luis Abanto Morales y negra en la de Pamela. Pero no le temes a lo que viene de afuera. Que si se trata de marinera llegas desde las Palmas Canarias y sigues cantándole a la belleza de esa tierra, a la palmerita que se asoma a la ventana. Que si de vals conservas el nombre que trajiste desde Viena. Pero, por si fuera poco, te alimentaste del jazz con Carlos Hayre y últimamente te emparentas con la trova en un criollismo nuevo en sonido y en sentido.
Le entras a la replana y tienes rojimios los crisoles porque es falso eso de que el hombre no llora. Pero también eres pura poesía en algún tema que cantan los amantes para reivindicar el amor prohibido. Hasta te atreves a la más atrevida sinestesia, los sentidos se mezclan todos cuando quieres que escuche la imagen de tu alma que me ama y adora como una aventura que nadie ha gozado (así, lentito, para que todos entiendan).
Como buena criolla te gusta el trago y la comida. Y te tomas tu chinchivi y vas donde la tía concolón. Pero tampoco le temes a la política y te burlas de las campañas parlamentarias que ofrecen el oro y el moro (“Hay que ser ingenuos para creerle a un político” dijo alguna vez Alan). En esa línea hay quien le canta al cariño que una hija le puede tener a su padre. Pero te elevas por encima de esas pequeñeces para llenarnos de fe en un día que la moneda ya no sea de vil metal sino de amor y de verdad.
Por cierto el amor no puede estar ausente. Es más, apostamos por el gobierno del amor. Y atrevida lanzas la pregunta ¿A quién dirás “amor” cuando me vaya? Pero a veces es ella quién se va. Y no te queda nada. O, por el correr de los años, apenas si te quedan los retratos, las cartas de amor de antaño y un par de cosas más. Que las cartas de ahora también son fugaces porque ya nadie manda cartas por correo.
Lo peor es cuando, como pasó con Juanita, el adiós es para siempre porque la muerte se la lleva. O cuando se muere uno mismo (no necesariamente en París ni con aguacero) y en vez de echarte al mar te lloran y te rezan. O cuando se muere este artículo, un pequeño homenaje a mis amigos, a mis canciones.
[Hoy me he tomado la libertad de ser subjetivo, de poner la selección de canciones que me gustaría ver reunidas en un disco para mi propia escucha, la selección de personas que me gustaría reunir en mi casa. No todas las canciones son evidentes. Los nombres de los compositores he tratado de obviarlos. Espero que reconozcan los enigmas. Total, estamos en fiesta criolla]