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Santos de la inclusión

Sarita, Martín de Porras, santidades de los marginados, en un país donde el poder no reconoce a nadie.

Publicado: 2014-11-09

Cuando, en pleno proceso de independencia del Perú, José Manuel Valdés (1767-1843), nuestro primer médico y poeta negro, escribió su Vida admirable del bienaventurado fray Martín de Porres no sólo le preocupaban la gata, la perra y el pericote. En efecto, Valdés aclara que no era gato sino gata, que no perro sino perra.

Pero dice algo más. Hay un acto político en la publicación de la hagiografía En el prólogo describe al santo como “de mí ínfima clase y humilde nacimiento”. Valdés había logrado éxitos académicos y ascenso social pero no olvidaba su origen. Y en un momento en que se estaba construyendo la República quería que esta fuera inclusiva.

Lo cierto es esa inclusión la seguimos esperando. Y Martín fue siempre el santo de los pobres y de los negros. Fray Escoba lo llama Chabuca Granda que le dedica unas bellas coplas en donde destaca lo mismo que Valdés: la negritud (“un hombre de tez morena/ entre aceituna y canela”) y la humildad (“llevan prendidos los ojos/ de herida y hambre de pobres/ los dos: Martín y la mula”).

Pero, con el correr del tiempo, lo plebeyo se cholificó. Y fue necesaria otra santa: Sarita Colonia. Empleada domestica, vendedora de mercado, enferma, Sara Colonia Zambrano en vida era de los nuestros, de los pobres. De muerta también. Está enterrada en un lugar periférico del cementerio del Callao, casi terminando todo. Donde había una fosa común ahora se erige una pequeña capillita de unos quince metros cuadrados. Gonzalo Portocarrero la describe como una de “esas casas lisas y funcionales de muchos pueblos jóvenes”. Ahí van sus fieles a hacerle pedidos. Es un lugar que defendieron cuando la municipalidad quiso ampliar el cementerio. La iglesia no la ha reconocido como santa ni tendría porque hacerlo. Pero ese es quizá uno de sus atractivos en un país donde el poder no reconoce a nadie.

flickr de Alfredo Bergna

De la fosa común han salido muchos mitos, algunos de ellos con olor a santidad. El soldadito desconocido, fray Ceferino, Isabelita, Sor María, entre otros. Pero fue Sarita quien aglutino a todos. A los de extramundo y a los vivos. De estos últimos primero llegaron los estibadores del puerto. Luego los marginados de siempre: prostitutas, delincuentes, homosexuales. Al final madres solteras, subempleados, amas de casa, choferes de micro, taxistas, adivinos y otra gente que inventa oficios.

Un día llegó hasta ella un grupo de artistas plásticos. EPS Huayco se hacían llamar. Las EPS en tiempos de Velasco eran las Empresas de Propiedad Social, algo cercano a una cooperativa de producción donde los trabajadores –apoyados por el Estado- se hacían dueños de su propia empresa. Pero para nuestros amigos EPS era Estética de Proyección Social. Creían que debían hacer su arte desde el imaginario popular y democratizarlo, sacarlo de las galerías. Así que su idea fue hacer una estampa gigante de Sarita Colonia. Una estampita que cubriera la ladera de un cerro.

1980 / FOTO: HUAYCO E.P.S.

La imagen fue pintada sobre miles de latas de leche tomadas de los inmensos botaderos de desperdicios que se ubicaban junto a las barriadas de migrantes. Sarita Colonia volvía al sitio de donde salió. Mirko Lauer, el teórico del grupo, explica por que las latas de leche:

Entre los desechos, la comida y el arte hay un ecosistema que es preciso revelar con claridad cada vez mayor. Como es preciso revelar y denunciar el doble filo de la forma publicitaria: para unos la imagen misma de la abundancia, para otros la imagen misma de la privación. (Lauer citado en Buntinx 2005, 183-185)

Es lo que Roberto Miro Quesada llamó la estética de la barriada. Una forma lúdica de apropiarse de la precariedad y convertirla en humor.

Los penúltimos en llegar (nunca habrá un último) fueron Los Mojarras: “Sarita Colonia, patrona del pobre, / no quiero mas pena, no quiero mas llanto”. Y nuevamente es a la barriada a lo que cantan. Claro que ya no se llama barriada sino asentamiento humano. Pero es la misma villa miseria. Es la misma villa esfuerzo. Es la misma gente que doma los cerros de alrededores de Lima.

Con voz de piedra, comba, fuerza y sudor
van doblegando al gigante piedron,
golpe a golpe en un solo lugar,
con la certeza que será su hogar,
y el cerro, se rinde ya,
a las manos del pueblo

Gente que viene de todos lados, que lleva distintos mundos en la piel, en el cerebro, en el corazón. Gente que se organiza (“van construyendo en asamblea local,/ fin de semana, trabajo comunal”) pero que goza con sus distintas músicas: huayno, salsa, rock, chicha. Al fin y al cabo el milagro concedido por Sarita Colonia lo estamos forjando con nuestras propias manos.

Bibliografía

Gonzalo Portocarrero “Un mediodía con Sarita”. Revista Interculturalidad, nº 3

Buntinx, Gustavo. 2005. E. P. S. Huayco. Documentos. Lima: Centro Cultural de España, Instituto Francés de Estudios Andinos, Museo de Arte de Lima.

Miró Quesada, Roberto. 1986. «Arte urbano: lo popular que viene del futuro», en: Socialismo y participación n.° 36, Lima, págs. 57-62.


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