Vengo defendiendo, en diversos medios, la idea de que las movilizaciones de hoy soy un “regreso del proletariado”. Después de 37 años hay una movilización unitaria de clase que pone en cuestión el modelo. Mi idea es hacer la reseña de lo que han sido estos 37 años y tratar así de demostrar la hipótesis

Durante el gobierno de Velasco la clase proceso una acumulación de fuerzas que se mostró claramente después del golpe que, por el flanco derecho, le dio Morales Bermúdez. No es que Velasco fuera favorable a este fortalecimiento. En realidad incluso intentó dividir la CGTP creando la CTRP (Central de Trabajadores de la Revolución Peruana), pero sus políticas económicas, laborales y sociales no sólo permitieron el crecimiento de los sindicatos sino su relación con un movimiento barrial muy activo. La CTRP fracasó porque sus compromisos con el gobierno la incapacitaban para apoyar las luchas. En cambio el PC –en la dirección de la CGTP- jugaba de intermediario, apoyando al gobierno la más de las veces pero sin abandonar las peleas parciales. En la central sindical además había grupos trotskistas mucho más radicales.

El 19 de julio de 1977 fue un día histórico. Lima fue envuelta por los cuatro costados. Lo había predicho Arguedas “A la tierra de los falsos wiracochas hemos llegado y la estamos cercando”. Villa el Salvador por el Sur, Comas por el Norte, la Carretera Central y San Juan de Lurigancho cerraron los accesos a la ciudad. Yo me acuerdo haber estado en la Carretera Central donde en la noche anterior tuve que asistir a un velorio. A las 4 de la mañana hasta la viuda estaba poniendo rocas en la pista. El mismo nivel de lucha se dio en Chimbote, Arequipa, Cuzco, Iquitos y otras grandes ciudades. Morales se vio obligado a llamar Asamblea Constituyente y programar elecciones. En la nueva Constitución quedaron establecidos los principales derechos laborales: 8 horas, vacaciones, huelga, seguridad social, jubilación.

El mundo gira a la derecha

Lo que no sabíamos era que el mundo entero, en ese mismo momento, estaba comenzando otra etapa. Eric Hobsbawm ha dividido la historia del siglo XX en tres partes: “La era de las catástrofes” que comprende dos guerras mundiales y el ascenso del estalinismo; “La edad de oro” que es inmediata a la posguerra y “El derrumbamiento” que comienza en los años 70: “La historia de los veinte años que siguieron a 1973 es la historia de un mundo que perdió su rumbo y se deslizó hacia la inestabilidad y la crisis” nos dice. Dos personajes claves en este periodo son Augusto Pinochet y Margaret Tatcher.

Los regímenes de este periodo practican un capitalismo fundamentalista que Naomi Klein ha descrito como “la doctrina del shock”. Quiero leerles el primer párrafo del libro:

“Este libro es un desafío a la afirmación central y más valorada en la historia oficial –que el triunfo del capitalismo fundamentalista desregulado nació de la libertad y que los mercados libres irrestrictos van mano en mano con la democracia. En su lugar mostraré que esta forma fundamentalista de capitalismo ha sido consistentemente traída a la vida por las formas más brutales de coerción, infligidas al cuerpo político colectivo así como a innumerables cuerpos individuales”.

Evidentemente en este periodo las relaciones entre las clases tenían que cambiar. El mundo laboral está marcado por las relaciones entre sindicatos-Estado-patrones. En el derrumbamiento estas van a cambiar profundamente. Antes el sindicato representaba a trabajadores que, por lo menos potencialmente, trabajaría hasta morir en la misma empresa. En la nueva situación muchas sociedades desregulan las relaciones laborales e impulsan la subcontratación, el trabajo parcial, los servicies. Antes el Estado era mediador entre la empresa y el trabajador. Uno acudía al Ministerio de Trabajo y según quien te tocara podías sacar el pliego integro en una sesión de negociación. Ahora el Estado tomaba partido claramente por la empresa.

El ocaso de los sindicatos

Esto era un cambio a nivel mundial pero la historia política del Perú tiene algo que ver en como se procesan las cosas. En primer lugar el despido de 5000 dirigentes sindicales después del Paro Nacional debilito notoriamente la organización popular. Varios de ellos abrieron sus propias pequeñas empresas, otros tomamos distintos rumbos, pocos se quedaron trabajando para el sindicato. Comienza un proceso de desindustrialización que reduce el poder sindical: ahí donde desaparece la empresa no queda el sindicato. El trabajo informal se volvió el único mecanismo de sobrevivencia.

Además había una organización de izquierda que no había apoyado el Paro Nacional: Sendero Luminoso. Para ellos la lucha por salarios y peor aún por democracia eran “revisionistas”, los dirigentes sindicales eran traidores a la clase que merecían morir como Roberto Chiara, había que dar la lucha en el campo prioritariamente. Pero Sendero Luminoso hizo algo más, justificó la represión estatal y la aparición de grupos paramilitares. A manos de estos murieron otros tantos dirigentes entre los que habría que citar a Saúl Cantoral. Quién no moría en manos del maoísmo fallecía en manos neoliberales.

Los derechos laborales al agua

Es en estas condiciones que las conquistas de la Constitución del 79 comienzan a desaparecer. Y lo primero que se esfuma es la propia Constitución. El Perú y Chile son los dos únicos países de América Latina que tienen constituciones aprobadas por dictaduras. Luego será posible quitar los derechos laborales. Por ejemplo el derecho a la jubilación. Antes era un sistema solidario en que los aportes de trabajadores, empresa y Estado daban como resultado una seguridad en la vejez. Ahora uno entrega su dinero a una AFP para que lucre con él y al final no ve ninguna recompensa. Las AFP, hay que decirlo, fueron una invención de Pinochet. Pero también nos quitaron la posibilidad de negociar los derechos. La legislación sindical de Fujimori debilita notoriamente la actividad sindical por ejemplo al prohibir la negociación por rama de producción.

La fresa del pastel han sido los regímenes especiales: microempresa, pequeña empresa, agricultores, pescadores, trabajadoras del hogar, trabajadores a tiempo parcial, practicantes. En el Estado tenemos el CAS (Contratación Administrativa de Servicios) que coloca al trabajador fuera del derecho laboral para ubicarlo en el administrativo. En todos ellos los derechos de vacaciones y gratificaciones se ven cuestionados. Ahora el capital que invierte la empresa no es del propietario sino del mismo trabajador. Primero le das parte de tu sueldo a una AFP para que invierta y con eso se funda una empresa que les quita a sus trabajadores sus jubilaciones y los hace trabajar casi todo el año. No puede haber mejor ejemplo de lo que David Harvey llama “acumulación por desposesión”. O quizá si: lo que pasa en el agro. Las comunidades campesinas son dueñas de sus tierras hasta que aparece una empresa minera que se las quita. O de sus aguas, como en Cajamarca. O se privatizan las playas o se las convierte en zona industrial como en Las Salinas de Chilca, en nuestra provincia.

Las luchas territoriales se dieron. Los regímenes especiales y la legislación laboral, en cambio, pasaron sin que nadie dijera nada. Si vemos las movilizaciones en las ciudades en los últimos años sus direcciones son más bien burguesas. Aunque las banderas sean justas, nosotros pusimos las tropas y ellos los generales. Es el caso de la Marcha de los 4 Suyos dirigida por Toledo o de la unión civil de los homosexuales dirigida por Bruce.

Nace una nueva generación

El último de estos regímenes especiales es el dedicado a los jóvenes. Igual que los otros. Pero con una diferencia. Hace 22 años que se acabó el terrorismo. Los esfuerzos de Urresti por criminalizar las luchas se sienten falsos. Ha nacido una nueva generación a la que ya no la asustan con el terrorismo. Y el rechazo ha sido inmediato. Primero los sindicatos que organizaron marchas bastante débiles. Realmente los esfuerzos de Fujimori por destruir la organización sindical han dado frutos Pero conforme se fue difundiendo la ley comenzó a aparecer otra forma de organización: las zonas. Dadas las nuevas relaciones entre trabajador-Estado-empresa los sindicatos son cada vez menos funcionales y más difíciles de organizar. La subcontratación los mata. Lo que se necesita hoy son más organismos de combate fáciles de llamar que órganos para una negociación que es cada vez menos posible. Las zonas son esto. En ella se agrupan los que viven, estudian o trabajan en un espacio determinado. Más allá de la distancia tienen la estructura de los organismos de poder popular, los cordones industriales chilenos por ejemplo. Que puedan llegar a tanto es todavía un sueño. Espero no despertar. Espero que después de las movilizaciones sigan los movilizados organizados, sigan las zonales.

(Ponencia presentada en el conversatorio “Sobre el régimen laboral juvenil, la precariedad laboral y como le hacemos frente” en Imperial, Cañete, el 10 de Enero 2014/ Foto de cabecera: Colectivo Supay)