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"Lima la horrible": voto en contra

Publicado: 2015-02-12

Con motivo de una edición más de Lima la horrible, de Salazar Bondy, se han escrito una serie de textos, la mayoría laudatorios. Y es que el libro dice cosas realmente importantes. Pero quizá sea bueno también tomar algunas distancias.  

Desde el “horrible” del título es un texto imprecatorio. El proyecto es deconstruir lo que él llama la “Arcadia Colonial” que atribuye a Ricardo Palma “afortunado fabricante de aquel estupefaciente literario” y señala que sus personajes son “cortesanos respetuosos y respetables”, “solo ocasionalmente son héroes, nunca rebeldes”. En verdad a Palma lo aprovechó mucho la visión colonialista de Lima, tan poco imaginativa siempre, pero no podemos estar de acuerdo con nuestro pensador. 

En las tradiciones de Palma hay más hombres de a pie que cortesanos y justamente por ese mismo motivo es que falta héroes. Cuando estos aparecen, como Manuelita Saenz por ejemplo, lo hacen no en tono épico sino cotidiano, el tradicionista nos cuenta como la conoció y como vivió ella sus últimos días. Por otro lado no deja de ser interesante que se trate de una heroína.

El aparataje colonial contra el que Salazar Bondy se revela “está hecho de papel de imprenta”. Mientras Mariátegui quiso entender como estaba estructurada nuestra sociedad y Basadre se preocupó por nuestra historia, el proyecto de Lima la horrible es desentrañar los discursos, “desde Palma hasta Gálvez, desde el criollismo populista hasta el vals mitologizante”.

Uno de los pocos discursos que parece que salvarse es el de Pancho Fierro. El acuarelista rompió esa larga ausencia de lo nacional en la pintura peruana. Salazar Bondy hace un recuento crítico de la pintura colonial según el que, más allá de la calidad de los cuadros, el problema es que “el hombre de aquí, su paisaje, su vida, su espíritu, su cultura, debieron ser soslayados y, más que eso, negados para que prevaleciera en los cuadros los emblemas de la nueva fe y nuevos dueños”. 

No salva ni siquiera la Escuela Cusqueña, donde el pintor indígena o mestizo puso tanto de lo suyo, y que para nuestro crítico es sólo “un emblema de la casta” porque es ella quién lo colecciona.  Evidentemente es una crítica que no se le puede hacer a Fierro, que puso en sus papeles la ciudad y su trajín. Pero, cuando comienza a aparecer una sonrisa en nuestros labios por encontrar un discurso valido, nos encontramos con que “su trabajo sirvió para probar el cuento edénico”. Pancho Fierro no es criticado por lo que hizo sino por lo que hicieron los que coleccionaron sus cuadros, como si algún artista pudiera conocer de antemano a sus destinatarios.

El héroe de la calle de Palma o Fierro; los cuadros de la pintura cuzqueña, son objetos complejos de elaboración popular y como tales forman parte de las culturas subalternas, populares. Expresan más que lo que una mirada puramente académica puede ver. Y ese es el problema de Salazar Bondy. Militante del Social Progresismo, un partido de clase media educada, con algo de cultura de izquierda pero sin sentimiento popular, dirá que “una vital desgana, que médanos y nieblas enmarcan, priva a los actos de la humilde gente que acepta la fatalidad de su existencia”. Eso en años en que las luchas populares llenaban las calles limeñas hasta desembocar en el gobierno de Velasco Alvarado que no por militar y fruto de un golpe de Estado deja de ser el más democrático que ha tenido el Perú.

salazar bondy rodeado por periodistas de el diario el comercio
(foto archivo el comercio)

Esta visión desesperanzada nos explica la visión que tiene Salazar Bondy sobre el vals. Podemos compartir su crítica al vals que canta la Arcadia Colonial: “Cantamos y bailamos valses criollos que ahora se obstinan en evocar el puente y la alameda tradicionales”. En verdad tengo la sensación de que el libro se produjo a partir de los primeros valses de Chabuca Granda o de Alicia Maguiña, que tanto le cantan a los señores de fina estampa. Pero no podemos aceptar que de Pinglo diga: “lo más autentico de su música, de toda la música popular, es su inautenticidad”. La gran pregunta es ¿cómo se mide la autenticidad de un texto? El argumento no puede ser más subjetivo. Ya hemos visto en una entrega anterior que Pinglo en verdad nada contracorriente con respecto a la ciudad letrada, que mientras esta evoca al pasado Pinglo construye la nueva ciudad.

tapa de la tercera edición de lima la horrible, con arte de enrique polanco

Para sustentar su crítica a lo popular Salazar Bondy se tiene que apoyar en Borges: “Borges ha anotado certeramente que el poeta popular evita, porque quiere emular al poeta culto, el lenguaje tosco de los suyos”. De ese modo universaliza la crítica. Nada que venga del pueblo puede ser autentico porque el poeta argentino así lo ha establecido. No es necesario recordar la posición política de Borges, alguna vez premiado por Pinochet. Así deja sin salvación a la ciudad. La Lima aristocrática es colonialista y hay que votar en contra. La otra es popular y nada que venga del pueblo será autentico.

Borges observó que el pueblo escribe tratando de imitar el lenguaje culto. No siempre, sin embargo. En Evaristo Carriego, para hablar de un poeta querido por Borges, vemos que la superación de la estética altisonante del modernismo se hace por la vía de recuperar el tango. En Pinglo vemos el lenguaje modernista pero sin las galas de Chocano. La ciudad es una estructura compleja en que la voz y la letra conversan y que no cabe en una imprecación.


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