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Mayo: Recordando a Pinglo y Acosta Ojeda

Hay muchas coincidencias entre Pinglo y Manuel Acosta Ojeda. Su compromiso con la clase trabajadora. También la presencia de Vallejo.

Publicado: 2016-05-12

Mayo parece ser un mes desgraciado. Hace 80 años, un 13 de mayo, se fue a cantar al Uku Pacha el personaje más representativo de nuestra canción. Felipe Pinglo Alva, discípulo del joven Vallejo en el colegio Guadalupe, comienza como músico tocando ritmos norteamericanos entonces de boga: onestep y foxtrot. Pero pronto se da cuenta de que en ellos no puede desarrollar su capacidad poética y toma el vals. Nuestra canción, que ya es una adaptación del waltz europeo, se moderniza entonces tanto en su música como en su letra. Con Vallejo, Pinglo se apropiara del orientalismo modernista y nos hablará de las bellas huríes que logra ver en sus sueños de opio. Pero también avanzará hacía el postmodernismo para cantarle a nuestra clase trabajadora, nuestros barrios, nuestro criollismo. Y, por supuesto, también hace textos vanguardistas con ese gusto por el collage y la maquina. En “El volante” enumera todas las marcas conocidas de entonces: “En Chanler, Ford, Overland, Chevrolet o Fiat/ Willis, Night, Mercedes, Minerva o Durant/ Dodge, Linclon, Pizarro o Rolls Royce” y sigue así por 10 versos más en algo que no haría nadie hoy pero que era lo que entonces llamaban futurismo. 

Este 13 de Mayo recordaremos a Pinglo con dos actividades. Al mediodía estaremos en la puerta 3 del Cementerio Presbitero Maestro y en la noche nos reuniremos en la Asociación Guadalupana.

Hay muchas coincidencias entre Pinglo y Manuel Acosta Ojeda. Su compromiso con la clase trabajadora. Pero también la presencia de Vallejo. La generación del 50 ya encuentra muerto a nuestro poeta mayor. Muerto y olvidado. Aquí hay una labor de rescate y una toma de influencias en la que Acosta Ojeda participa. Pero fue también un amante de la bohemia. Su vals “Dulce agonía” es un perfecto soneto dedicado a los placeres de la vida y entre ellos una centralidad para el licor que alegra el alma aunque afecte al cuerpo (“y el cuerpo sufre cuando el alma goza”). Los dos últimos tercetos son geniales:

Cada copa que alivia nuestra pena,

y nos hace reír por un momento;

¡Destroza nuestro ser, nos envenena!

Mas, quita de las bocas el lamento,

y qué importa mañana la condena.

si estuvo un rato, el corazón contento.

Otra coincidencia con Pinglo es que se nos fue en Mayo, exactamente una semana después. Manuel Acosta Ojeda decía ser “el único sitio donde no manda Dios”. Y, sin embargo, ahora que ya no está lo recordaremos en una misa.


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