ya acabó su novela

Dios los cria, tomado de youtube.com

Tin Tan, el humor del cine mexicano y el carnaval

Publicado: 2017-07-09


Todos los animales tienen cierto nivel de pensamiento, se expresan de alguna manera, hasta puede decirse que lloran cuando les duele algo. El hombre es el único animal que ríe. Y la risa es liberadora no sólo porque recobra energías, sino porque supone otras formas de pensar. Pero no es solo la risa. Es el juego, el baile, la canción. Todo eso que llamamos carnavalesco (Bajtin dixit).  

México le ha regalado a Latinoamérica sus tres mejores comediantes: Tin Tan, Cantinflas y el Chavo del 8. Cantinflas y el Quijote son personajes tan característicos que han dado origen a adjetivos: cantinflesco, quijotesco. Pero la industria del cine y la televisión los ha explotado demasiado. El Chavo resulta a veces muy repetitivo. Hacer un programa diario y no ser repetitivo es difícil. Cantinflas resulta a veces muy moralista. De hecho en el camino que va de Ahí está el detalle a Patrullero 777 se va perdiendo el hablar cantinflesco y el baile carnavalesco para que Cantinflas llegue a ser un policía que hasta propicia la violencia familiar. Compárese con El rey del barrio de Tin Tan, donde el policía es absolutamente burlado por los supuestos ladrones, que en realidad no roban nada porque las normas éticas no necesitan de represión externa. Y sin embargo la época de oro de Tin Tan también termina cuanto “la industria fílmica sobreexplotó al actor y lo mantuvo en papeles que lo osificaron” (Amezcua dixit).

Lo peor que le puede ocurrir al carnaval es entrar al mercado. Y es que claro, de la policía uno se puede defender. El pueblo está ya acostumbrado a defenderse de la policía. Todos los días lo hace. Pero el mercado tiene la facilidad de tragarse nuestra cultura “de buena manera”. Hasta le da más sitio. Pero primero la convierte en otra cosa: en mercancía. El problema del Patrullero 777 no es que sea policía, es que la transformación de Cantinflas ha sido fabricada en la industria cinematográfica para su mejor venta.

¿He dicho pueblo? Sí. Porque los tres cómicos citados cumplen el requisito vallejiano de la genialidad: “vienen del pueblo y van a él”. Cantinflas es un desocupado que come gracias a su amistad con la empleada doméstica de una casa bien. El Chavo es el más pobre de la “vecindad”, edificación paradigmática del México obrero y artesano a partir de principios del siglo XX, cuando estos toman para sí las abandonadas casonas porfiristas. Tin Tan es quien lleva a la escena al pachuco en El hijo prodigo. Mexicano afincado al sur de los Estados Unidos en la década del 40 el pachuco, inventor de un nuevo idioma (el spanglish) que Tin Tan es el primero en llevar al cine (él lo llama tatacha). Octavio Paz, en el Laberinto de la soledad, ha definido al pachuco

Rebeldes instintivos, contra ellos se ha cebado más de una vez el racismo norteamericano. Pero los pachuchos no reivindican su raza ni la nacionalidad de sus antepasados. A pesar de que su actitud rebela una obstinada y casi fanatica voluntad de ser, es voluntad no afirma nada sino la decisión –ambigua como se verá- de no ser como los otros que los rodean.

Octavio Paz resalta el traje del pachuco “deliberadamente estético y sobre cuyas obvias significaciones no es necesario detenerse (…) no es un uniforme ni un ropaje ritual. Es simplemente una moda”. Tin Tan lo llevará a la exageración marcada sobre todo por un par de largas plumas de pavo real en el sombrero. Claramente carnavalesco.

Francisco Amezcua acaba de publicar un libro sobre Tin Tan. Y lo bueno es que ha llegado a mis manos. Porque libros sobre nuestro personaje se han escrito ya varios. Lo que ocurre es que resulta más fácil que nos lleguen textos de España que de México (a no ser que sean del FCE). Y menos si son de cultura popular que es un tema al que la academia peruana le huye. El libro trata de “dar cuenta de las relaciones que se efectúan entre la cultura cómico-popular carnavalesca y el personaje Germán Valdés: Tin Tan”. Para eso se pasea por el lenguaje, lo lúdico, lo erótico, la música y la danza del personaje. Es el mundo del regocijo “porque la vida nos pertenece, nos pertenece el cielo, la tierra, nos pertenece el mar”.


El espacio de Tin Tan es la calle y su lenguaje el del pueblo. Pero no es solo un lenguaje hablado. Como buen hombre de circo sabe que para comunicarse es necesario el cuerpo y que una canción es más eficaz que un tratado de filosofía. Y en este espacio de la canción, nos dice Amezcua, es latinoamericanista. En Músico, poeta y loco canta, entre otros ritmos, tango, jarabe y conga. Tiene un marcado gusto por el bolero, música que enamora. Y, por cierto, por ritmos que le pueden mostrar su faceta bailarina como la guaracha, el mambo o el cha-cha-cha. Incluso en Calabacitas tiernas Amalia Aguilar provoca un contagio total de todos los participantes que terminan realizando un baile colectivo e improvisado.

El juego es otro elemento que debe tratarse con cuidado. Nuestra cultura de la gravedad nos ha enseñado que el juego no es serio. Freud ya aclaro que esto es falso:

La ocupación preferida y más intensa del niño es el juego. Acaso tendríamos derecho a decir: todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio o, mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada. Además, sería injusto suponer que no toma en serio ese mundo; al contrario, toma muy en serio su juego, emplea en él grandes montos de afecto. Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino… la realidad efectiva.

Amezcua nos dice algo parecido respecto a Tin Tan. El juego se vincula con el “podrá ser” con la creación de un mundo propio, donde por fin consigamos alegría y alivio a nuestros pesares. Algo parecido ocurre con la risa que “es una manifestación simbólica de la esencia humana, de la felicidad que nos ha sido robada”.

Y por cierto algo hay que decir del erotismo, ese gran juego o sueño del hombre y la mujer. La sociedad formal le teme y para evitarlo lo ha convertido en pecado. O en negocio. O burka o bikini. En las películas de Tin Tan vemos la hermosa relación entre el protagonista y las mujeres. Es una relación que no tiene nada de machismo, Tin Tan no tiene ningún reparo en realizar tareas domésticas por ejemplo, o en ser padre soltero. Pero si tiene frases picaras y sobre todo besos. El uso del lenguaje polisémico es una cosa que tienen en común los cómicos mexicanos.

Según Amezcua es en Calabacitas tiernas donde muestra sus dotes de besuqueador y con cuatro hermosas mujeres: Lupe (Rosita Quintana), Nelly (Nelly Montiel), Rosina (Rosina Pagan) y Amalia (Amalia Aguilar). Sin embargo no puedo dejar de recordar el beso de El rey del barrio, tan profundo que termina contagiando la borrachera a Carmelita (Silvia Pinal) ¡Quién no se enamoró de alguna de esas divas en mis tiempos mozos! Yo era fan de Silvia Pinal. Luego de ese beso contagioso cantó, con todos los efectos de la borrachera, el bolero “Contigo” que fue su gran declaración de amor.

Por cierto alguna diferencia tengo con el libro que estamos comentando. No creo que las películas de Tin Tan estén necesariamente ausentes de mensajes morales. Lo que sí es claro es que la moral no puede ser impuesta desde fuera. Ya hemos visto como los ladrones de El rey del barrio no roban a pesar de su capacidad de burlarse de la policía. Si hay algo que no te parece mal a ti, fumar marihuana por ejemplo, no tienes por qué dejar de hacerlo. Eso es lo que vemos en Dios los cría. Lo importante de esto es que al terminar la película nos cuestionamos si lo que nos han enseñado es necesariamente cierto, si quizá debamos reformular desde nosotros mismos y nuestra libertad lo que es bueno y lo que es malo. Quizá el vago sea el ejemplo de moral a seguir.


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Me sale espuma

"Quiero escribir, pero me sale espuma"