Una ley para frenar el terrorismo antiparque
Lo que no pudimos leer en el Colegio de Abogados porque Víctor Andrés García Belaunde no tenía tiempo para escuchar a la ciudadanía
El viernes 24 de agosto de 2018 el Colegio de Abogados de Lima organizó un conversatorio sobre el “proyecto de ley que declara la intangibilidad, inalienabilidad e imprescriptibilidad de las áreas verdes de uso público bajo administración municipal” elaborado por Víctor Andrés García Belaunde. Lo programado era que el congresista tendría 50 minutos entre exposición y preguntas y luego vendría un panel de 70 minutos para los comentaristas, un aproximado de 15 minutos cada uno. La abogada Norka Moya, directora de debates, amplió considerablemente el tiempo del congresista. Terminó hablando de todo lo que se le ocurría. Desde Odebrecht hasta el Mercado de Surco. El tema de los parques quedó relegado y los panelistas tuvimos escasos 2 minutos por cada uno. “No tiene tiempo para escucharlos” nos dijo con una absoluta falta de respeto la señora Moya. Aquí publico lo que hubiera sido mi intervención en un evento serio.
Uno de los caracteres de la vida colonial, según nos informa Aurelio Miro Quesada, es que “era una vida no tanto para afuera como para dentro. Las ceremonias exteriores en verdad eran pocas y estaban determinadas por las fechas o las circunstancias; y por eso los artistas se esforzaban principalmente y cotidianamente en el arreglo interno”. Las descripciones de viajeros insisten en el tema y nos dicen que “las casas muestran bastante aparato y hermosura”. Basadre nos enumera algunas actividades fuera de casa. Ninguna es en parques. La mayoría es en espacios cerrados: Acho; la zarzuela primero, la ópera italiana después; el teatro o los títeres. Al aire libre eran algunas procesiones y por cierto la fiesta de Amancaes.
Entre 1870 y 1878 –las fechas las pone Basadre- la capital se transforma por obra de Balta. Se abren avenidas de circunvalación, se destruyen las murallas, comienzan nuevas urbanizaciones y se abre un gran parque: el Parque de la Exposición. Además la relación entre campo y ciudad era mayor. Todo el recorrido entre el Cercado y Miraflores eran haciendas cuyos nombres todavía se conservan: Santa Beatriz, Risso. Ya mencione Amancaes, que era pampa. Yo todavía me acuerdo de la ganadería Maranga. La clase trabajadora de Vitarte realizaba todos los años “la fiesta de la planta” donde además de fútbol y cine había ecología, se sembraban árboles. A nadie se le había ocurrido todavía convertir la ruta de las playas en vía vehicular rápida. Menciono las playas porque quizá sea bueno pensar la normatividad sobre parques como una parte de la legislación sobre espacios públicos
Por cierto en ese momento no era necesaria una ley de parques. El parque era lo moderno, la posibilidad de pasear rodeado de árboles y visitar la Exposición de nuestras riquezas tanto naturales como industriales. Las leyes vienen normalmente cuando deja de funcionar el sentido común y hay que imponer por la fuerza aquello que antes nadie hubiera discutido. Incluso se nos ocurre que es mejor repetirlo varias veces para que a nadie se le vaya a olvidar.
El proyecto de ley que hoy nos ocupa, por ejemplo, con ser importante, viene a repetir el artículo 73 de la Constitución que dice que los bienes de dominio público son inalienables e imprescriptibles. Sin embargo ese artículo viene con una trampa que hay que cuestionar. Al final dice “Los bienes de uso público pueden ser concedidos a particulares conforme a ley para su aprovechamiento económico”. Con ese criterio se han concecionado importantes espacios de parques en distintos distritos de la capital. Lo primero que necesitamos hacer es cambiar la Constitución privatizadora de la dictadura fujimorista.
A nuestro primer parque, el Parque de la Exposición, ahora poco le han querido quitar áreas verdes para poner avisos publicitarios de 2.40 metros de alto que taparían todo el paisaje y dedicarlo a la memoria de un partido político. Felizmente la acción vecinal y del Ministerio de Cultura lo ha impedido. Y aquí mi primer aporte al proyecto de ley en debate: se debería prohibir cualquier tipo de publicidad en el entorno natural que un parque supone. Quiero pasear entre árboles, no entre letreros.
La segunda contribución viene de la anterior, es que cualquier cambio de nombre debe ser respetando la historia que ese parque encierra. Mejor aún, debería estar prohibido cambiarle nombre sin autorización del Ministerio de Cultura y consulta vecinal. El Parque de la Exposición y el Parque Neptuno traen a la memoria las celebraciones de los 50 años de la Independencia, 1871. Ponerle como nombre “Gran Parque de Lima” como hizo Andrade o “Parque de los Héroes de la Democracia” como tendenciosamente pretendía hacer Castañeda resulta un atentado contra la historia. Eso más allá del hecho de que los pretendidos héroes los señalaría un solo partido. Algo similar ocurre con el Parque de la Reserva, convertido en Circuito Mágico de las Aguas. El Parque de la Reserva, es bueno recordarlo, se llama así porque ahí se estaciono la reserva del ejército peruano frente a la invasión chilena. Heroicos jóvenes de 4° y 5° de secundaria del Colegio Guadalupe que vieron truncados sus juegos de adolescencia por resistir la incursión extranjera.
Y ya que estamos en el Parque de la Reserva un tercer aspecto que me gustaría remarcar es la gratuidad y accesibilidad que todo parque debe tener. La Sentencia del Tribunal Constitucional en los expedientes acumulados N.os 015-2001-AI/TC, 016-2001-AI/TC y 004-2002-AI/TC, precisa que "Los bienes poseídos por los entes públicos, a título público, son los comprendidos bajo el nomen de dominio público. Lo que hace que un bien del Estado tenga dicha condición es su afectación al servicio y uso públicos”. Por su parte la Sentencia N.° 006-1996-AI/TC, señala que “los bienes del Estado se dividen en bienes de dominio privado y bienes de dominio público; sobre los primeros el Estado ejerce su propiedad como cualquier persona de derecho privado; sobre los segundos ejerce administración de carácter tuitivo y público”. Pongamos un par de ejemplos: el edificio del Parlamento es un bien de dominio privado, le pertenece a este poder del Estado; la Plaza Bolívar en cambio es, en tanto plaza, bien de dominio público, el Estado no es propietario sino administrador tuitivo. Debería estar abierta. El Parque de la Reserva, a diferencia de la Plaza Bolívar, tiene accesibilidad, pero pagada. Y si el Municipio no es propietario sino administrador tuitivo ¿qué derecho tiene de cobrar por algo que nos pertenece a todos? Y ojo que no nos pertenece solo a nosotros sino que tiene que ser preservada para las nuevas generaciones.
Lamentablemente lo que ocurre en el Parque de la Reserva no es excepcional. Los parques zonales, instalados en sectores de población trabajadora y sin amplios recursos, cobran la entrada. En el Parque Castilla se ha concesionado la piscina y ahora es una de las más caras del continente. Y revisando los planes de gobierno de varios candidatos podemos observar que es en estos parques donde se piensa hacer mayor incidencia. Pareciera que a la Municipalidad Metropolitana hay que ponerle un S. A.
Esto supone una serie de atentados contra los parques que debemos evitar. Y quizá la única manera de salvar a los parques sea poniendo sanciones no solo a la municipalidad sino al alcalde. Sanciones que vayan desde la multa hasta la destitución. Solo en la construcción de la Alameda 28 de Julio la Municipalidad Metropolitana ha tenido que pagar dos multas. Una por comenzar las obras sin autorización del Ministerio de Cultura y otra por pintar los monumentos. Pero al señor Castañeda poco le importa. Mientras no se choque con su bolsillo particular él está dispuesto a seguir pagando.
Por último pero no menos importante: la necesaria participación vecinal. En el plan de gobierno de Luis Castañeda hijo, los vecinos solo deben participar como colaboradores de la policía. Propone “Movilizar a la sociedad en los temas de prevención de la delincuencia en adolescentes y jóvenes; y, legitimidad del Estado, buscando aislar a los discursos antisistema y/o violentistas”. Yo no creo que ese fuera el límite que pensara el Congreso Constituyente cuando incluyo al artículo 2° de nuestra Carta Magna el inciso 17 que reconoce el derecho “a participar, en forma individual o asociada, en la vida política, económica, social y cultural de la Nación”. Tampoco creo que deba pensarse en una participación cada 4 o cada 5 años poniendo un papelito en una urna, por más importante que sea lo electoral. Supongo más bien que se trata de una participación permanente: vigilando el accionar de las autoridades, opinando sobre el país y el territorio de cada uno, incluso realizando algunas obras por iniciativa comunal. El famoso slogan de Belaunde “el pueblo lo hizo”. O la consigna que escuche en Chile después del terremoto del 2011 “solo el pueblo ayuda al pueblo”. Lamentablemente el proyecto de ley no recoge ninguna forma de participación vecinal. Yo quiero proponer dos:
1. la posibilidad de que un grupo de vecinos participe en la administración tuitiva de un parque con apoyo del municipio para su labor, de hecho ya ocurre que grupos vecinales han convertido terrenos eriazos en parque y luego ha venido el alcalde a quererlo donar a un centro comercial
2. la obligatoriedad de poner en consulta vecinal cualquier modificación que se quiera realizar en un parque y que la opinión de los vecinos sea respetada
En los últimos cuatro años hemos visto una gran movilización en todo Lima a favor de los parques. Los vecinos de Comas defendiendo el Parque Manhattan, los de la Avenida Arequipa su parque central, los de Lince el Parque Castilla y el Elías Aguirre, últimamente el Parque Neptuno. La Municipalidad Metropolitana, en cambio, ha parecido terrorista antiparques. Hay que darle poder a los vecinos.