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Ídolo: cuando el vals vivía en las variables

Publicado: 2018-09-27

Una idea constante en los estudios sobre el romancero que hace Ramón Menéndez Pidal es que la poesía popular vive en las variables. Yo he sostenido, sin embargo, que esto no se aplica al vals. En tanto los autores de nuestra canción escribían y grababan se puede mantener una letra fija. Sin embargo eso no siempre fue así. Ni siquiera fue cierto siempre que el autor estuviera fijo. 

Ya muchos han insistido en la idea de que nuestros creadores populares tomaban textos ajenos y les ponían música. En algunos casos haciéndole variables que cambiaban totalmente el sentido pero usando el texto ajeno como basal. Hasta ahí normal. El problema es mayor cuando un mismo texto aparece como creado por dos autores. Es el caso de Ídolo atribuido tanto a Nicanor Casas como a Braulio Sancho Dávila.

La esposa de Casas doña Rosa Micheline Vda. de Casas presento pruebas al APDAYC (Asociación Peruana de Autores y Compositores) de que el vals "Idolo" le pertenece a su esposo, Nicanor Casas y logró el reconocimiento de la entidad y la inscripción en el registro de propiedad intelectual de la Biblioteca Nacional del Perú. Sin embargo Augusto Ascuez, en un artículo en VSD, suplemento de La Republica, el 23 de Julio de 1882, se lo atribuye a Sancho Dávila.

En una entrevista para la revista ¿Qué hacer? N° 30 de 1984 don Augusto da una versión de la letra muy distinta de la que se escucha en nuestras radios

Para mayor claridad la transcrito

Por qué quitarme quieres
la pena de no amarte,
por qué mujer, oh ídolo,
quieres martirizarme.
Deja que yo muera
y que en paz descanse,
anota que soy uno
que con tu amor mataste.
Ídolo tú eres mi Dios,
préstame tus agonías,
aunque faraón de amor
no me des plaga de vida.

Vemos en esta versión una interesante reminiscencia bíblica. Ídolo, según el diccionario, es “Figura o imagen que representa a un ser sobrenatural y al que se adora y se rinde culto como si fuera la divinidad misma”. Y, como sabemos, su adoración está expresamente prohibida en los 10 mandamientos. Por eso el autor se presenta a sí mismo como miembro de una comunidad pagana, los egipcios, que fueron castigados sin que el dios Ra pudiera hacer nada.

Si bien hay una evocación a la muerte: “Deja que yo muera/ y que en paz descanse/ anota que soy uno/ que con tu amor mataste”, no hay la presencia suicida que se canta hoy en que se ha remplazado la pena de no amarte por la de no matarme.

En la década del 40 hay dos versiones de la canción. Una, en disco, se la debemos a María de Jesús Vásquez graba Ídolo comenzando con la estrofa “Un día en perfecta paz/ lleno de armonía dos/ díganme si existe amor/ donde hay tanta variedad”. La otra, impresa, nos la entrega el Cancionero de Lima en su N° 1328: “Un día en perfecta paz/ en armonía los dos/ cuando más cercana estás/ más cercano siento a Dios”. Mucho más cercana a esa religiosidad pagana de la que nos habla Ascuez en su entrevista.

La cosa se complica cuando Darío Mejía descubre un disco del dúo peruano Gamarra y Catter (Carlos Gamarra y Alfredo Catter) con acompañamiento de Carlos Saco en la guitarra. Lleva el título de “Recuerdos de un día” que comienza con “Un día en perfecta paz/ Tengan armonía hoy”. Recién en 1928, en grabación de Salerno y Gamarra, toma el nombre con el que hoy lo conocemos.

Es en la década del 20, con la aparición de la radio y los discos, que las letras comenzarán a ser fijas… y los autores también.


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