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MARIATEGUI EN LA FIESTA DE LA PLANTA DE VITARTE

Si no hay baile, no es mi lucha: La Fiesta de la Planta en Vitarte

Publicado: 2019-01-02

El presente estudio parte de la propuesta de E. P. Thompson en La formación de la clase obrera en Inglaterra. Para el historiador inglés las clases sociales no se forman solamente a partir del aparato productivo sino de una serie de intercambios culturales y de experiencias. Con esto él intenta superar los planteos economicistas y estructuralistas que afectaron durante mucho tiempo la categoría “clase social” olvidando facetas como la voluntad, la cultura y la autoconstrucción. En suma, una revaloración de la subjetividad en el proceso de conformación de las clases. Se supera así la dicotomía falsa entre estructura y superestructura en la que lo cultural sería un simple “reflejo” de lo económico. En la misma línea Raymond Williams (1988) establece el concepto de experiencia, aplicable tanto a la práctica cultural como a la económica o social, como el articulador de nuevas categorías con las cuales interpretar los fenómenos sociales. 

En el caso latinoamericano es importante en este nivel la fiesta. Octavio Paz (2010) propone que la fiesta supone una “ruptura con lo antiguo o lo establecido” y por tanto una propuesta de otros valores. Y esta ruptura del tiempo es una constante latinoamericana: “Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos o ceremonias hombres y acontecimientos”. Aunque en verdad Octavio Paz se refiere sólo a la cultura mexicana creo entender que la ampliación de sentido a toda Latinoamérica no traiciona al ensayista. Más aún cuando propone la oposición entre esta reivindicación de la fiesta y el envilecimiento a la que es sometida en latitudes más utilitarias. En toda América Latina el utilitarismo capitalista y su tiempo lineal ha sido interferido por una visión circular del tiempo en la que la fiesta siempre es un nuevo reinicio de la vida. Eso se ve incluso en las fiestas religiosas, donde el culto a la virginidad y la pureza se convierten rápidamente en otro al cuerpo y la alegría. Hay un vals de César Miro que se le canta a la Virgen del Carmen pero parece alejado de cualquier virgen y en todo caso preocupado en ayudarla a que deje de serlo: “Vamos a la Fiesta del Carmen negrita/ Vamos que se acaba ya la procesión/ estoy encantado con tu cinturita/ y con tus ojazos que son un primor”

A partir de la fiesta es que se crean comunidades ya reales (barrio) ya imaginarias (etnia, clase, género). El término “comunidades imaginadas” nos viene de Benedict Anderson (1993) que lo uso para explicar el surgimiento de las naciones, a las que concibe como construcciones culturales (“imaginadas”) de miembros que quizá nunca se encuentren cara a cara pero que reconocen vínculos, cohesión y sentimientos de identidad que se elaboran en un proceso histórico. Identificarse con una clase, con una ciudad, con un equipo de fútbol, produce hermandades con los que se guarda semejanza.

Dos son los principales espacios que nacen a finales del siglo XIX y llegan a construir desde ellos a la clase trabajadora: los Centros Musicales y la Fiesta de la Planta. Los primeros llegan a ser centrales en la lucha por las 8 horas en el Perú. Si Delfín Lévano llega a ser dirigente de esos combates es porque se hace conocido en el marco del Centro Musical Obrero de Lima donde él ejecuta como saxofonista. Es ahí en las organizaciones culturales de Lima que se forjaron los primeros cuadros del anarquismo peruano en lo que Lévano llama “una perenne lucha del espíritu humano que pugna por abrirse paso entre las marañas ancestrales, en busca de nuevos y más amplios horizontes”. En la velada del Centro Musical Obrero de Lima donde Lévano define así a la revolución propone la idea de un arte comprometido con la lucha de los trabajadores.

En lo que se refiere a la Fiesta de la Planta, Luis Alberto Sánchez (1983) la llama “Fiesta del Árbol” y la define como “plantar árboles en señal de sosiego, fertilidad y paz”. Aunque en esta definición encontramos un claro contenido ecologista, propio de quienes han migrado del campo a la ciudad en proceso de urbanización e industrialización, debemos pensar que en verdad era bastante más que eso.

En el periódico La Protesta nos dan una descripción bastante completa: “se ha combinado un hermoso programa de arte, deporte físico, ciencia, educación e idealismo”. Por otro lado en el N° 6 de Amauta nos hablan de la fiesta del año 1927 y mencionan entre los asistentes a importantes poetas: Magda Portal, Blanca Luz Brum, Serafin Delmar y Eloy Espinoza. Aunque no queda claro en la reseña de la revista, alguna relación tuvo con la fiesta el escritor judío Jacobo Hurwitz que fue quien propuso que se organice otra dedicada al niño.

Por lo que vemos no solo llegaban obreros o dirigentes sociales y de las Universidades Populares sino poetas, artistas, intelectuales, sobre todo pero no necesariamente anarquistas y socialistas. Eran representantes de las nuevas clases medias que comenzaban a pugnar por su derecho a intervenir en la vida política del país y entendían que no lo lograrían sino junto a los trabajadores o el pueblo indígena. Surgió una literatura de combate que reflejaba estas luchas. Por otro lado si lo común en Latinoamérica había sido la imitación de Europa, la vanguardia encuentra una forma de ser contestatario ligándose a lo nacional. No es gratuito que la revista de Mariátegui se llame Amauta y la de Borges Martín Fierro. El primer Borges, el de Fervor de Buenos Aires, está tan íntimamente comprometido con lo nacional como Mariátegui. No entro a hablar de evoluciones o involuciones posteriores.

Entremos a ver lo que nos informa de la fiesta la reseña publicada en la revista Amauta. En el terreno de la poesía, figura el acta del jurado de poesía de ese año. “Fueron 13 los poemas presentados de los cuales 7 tienen singular relieve. Representan interpretaciones originales e interesantes del tema en concurso, logradas dentro de formas nuevas y con señalada presencia de la personalidad de cada poeta”. Podemos ver las valoraciones que se realizan. No solo es el tema, ligado a la cuestión social. Es importante que este sea presentado en forma original, que la forma de la expresión sea tan vanguardista como el contenido y que lo individual (la “presencia de la personalidad de cada poeta”) tenga tanta importancia como lo social.

Esto supone una modificación en la intelectualidad. Hasta la generación del centenario el intelectual estaba al lado de la dominación. Desde la invasión española la contradicción entre la letra y la oralidad era parte importante de las relaciones de poder. A fines del siglo XIX y comienzos del XX comienza un doble proceso en el que por un lado los productores de cultura popular se apoderan de la letra. En Chile y Brasil el fenómeno es mucho más fuerte con las llamadas “literaturas de cordel” pero en el Perú el vals se escribe antes de ser cantado, aparecen cancioneros, se tiene acceso al disco. Por otro lado los escritores reunidos en torno a Amauta se acercan a los trabajadores y se preocupan por los problemas indígenas.

Es significativo que la primera Fiesta de la Planta, el año 1921, se realizara el 24 de Diciembre. Estamos frente a un pueblo obrero que recién está naciendo, Vitarte, que no tiene santo patrón y que en vez de festejar la Pascua Navideña siembra en el centro de su parque un símbolo positivista: una planta de laurel que alude al conocimiento. Hay una clara opción por la modernidad.

En la modernidad latinoamericana la burguesía aristocrática local en realidad tiene un papel muy pasivo. Son, por un lado el capital foráneo, por otro la clase obrera, los protagonistas del cambio. No es raro que desde la ciudad letrada se produzcan textos que añoran Una Lima que se va, como se llama, efectivamente, el libro de José Gálvez mientras en las canciones es que se refleja la Lima que se viene. Pinglo le canta a la fábrica, a la máquina de tejer, al periódico, al automóvil y al cabaret. Pero sobre todo le canta a quienes están detrás de esta forja de modernidad. Al obrero que sale de trabajar cuando ya se fue la luz solar, a la obrerita que piensa que con su Singer tiene en el banco un millón, al canillita que vocea, entre otros diarios, La Tribuna de un APRA que todavía le daba algún sentido a la R de la sigla.

Por eso en la Fiesta de la Planta se ven dos signos de la modernidad de entonces: el fútbol, que heredado de los ingleses va a ser totalmente transformado de un deporte técnico y de mucho físico a otro donde el juego de cintura es primordial. Cosa curiosa, el fútbol latinoamericano se impuso como el de mayor prestancia y hoy Brasil tiene más copas que Inglaterra. La cantidad de jugadores nuestros en Europa también resulta impresionante.

Otro elemento moderno de la Fiesta de la Planta es el cine. La incorporación de películas en las veladas culturales obreras es bastante rápida. Violeta Núñez (2010) nos informa que: “En 1908 en el Teatro Politeama se realiza una velada literario-musical Pro Paz Sudamericana. El segundo número de la parte primera fue vistas cinematográficas”. En Vitarte, el espacio donde se realiza la Fiesta de la Planta, ya hay una sala de cine en 1913, expresión de una clase trabajadora que dispone de más tiempo libre. Lamentablemente no podemos saber qué película se exhibió en esa oportunidad, la reseña de la revista Amauta no nos lo dice. En general no es un dato que pongan los periódicos obreros de la época cuando hablan de cine. De modo que no se puede saber si son las mismas películas las que se pasan en los centros sindicales que en las salas de cine. Violeta Núñez ha encontrado una sola mención: El periódico La Protesta, en mayo de 1914 (N° 29) da cuenta de las actividades realizadas por el primero de mayo en el Teatro Mazzi, una de ellas fue la proyección de la película “Las víctimas del alcohol”. Como comenta la autora 

“La lucha contra la adicción por el alcohol fue uno de los baluartes de la prédica anarcosindicalista, la película encajaba perfectamente para ilustrar los efectos de la adicción por el alcohol, que era tarea política de este movimiento desterrar de las masas obreras en la forja de un hombre libre”.

Pero al mismo tiempo que inscrita en lo moderno la Fiesta de la Planta es parte de una modernidad alternativa, que conlleva un cuestionamiento a los elementos de irracionalidad capitalista que convierte en fábricas y viviendas lo que antes era un espacio agrícola. Rafael Tapia (1993) nos dice:

Hasta ese momento los espacios reservados a parques en el campamento textil no eran sino terrales (…). Por vez primera, la forestación de los parques, seguida del campo deportivo, y, al final del camino que conduce al cementerio del pueblo, cambia la fisonomía de Vitarte y lo reintegra al conjunto del ambiente rural del valle de Ate

Resulta interesante ver la opinión de los propios trabajadores de entonces sobre la Fiesta de la Planta. En el artículo ya citado de La Protesta se la describe así: “La Fiesta de la Planta se ha traducido en Vitarte en amor a la Naturaleza, amor a la Libertad, amor al semejante, amor a la Verdad y a la selección física, moral e intelectual del individuo”

Poco se ha estudiado la relación entre la revista Amauta, la generación del centenario (que es la que forja la vanguardia en el Perú) y la fiesta obrera. La mayor parte de las lecturas de la revista han girado en torno a los aspectos más artísticos, políticos y sociales de la misma. Esto, en parte, porque a la muerte de Mariátegui la izquierda peruana, y me arriesgo a decir la latinoamericana, no le dio importancia a las subjetividades. Esto, en el caso peruano, devino en una tragedia: el Partido Comunista, fundado a partir de la estalinización del Partido Socialista de Mariátegui, se elitizó, los obreros pasaron a un partido burgués: el APRA que tenía un programa de conquistas sociales, la R de Revolución que ya mencionamos y no sólo mantuvo algunas fiestas de los trabajadores sino que acuñó otra, que al final remplazaría a todas las demás, el Día de la Fraternidad, el cumpleaños del Jefe, Víctor Raúl Haya de la Torre. Preparación para una conducción caudillista que terminó convirtiéndolo en el partido mayoritario en el Perú pero también en el gran freno a la movilización independiente de los trabajadores. Hoy parece que sus días han terminado.

REFERENCIAS

Amauta 1927 “La fiesta de la planta” N° 6

Anderson, Benedict 2000 Comunidades imaginadas, México: FCE

Lévano, Delfín Conferencia en la velada literario-musical y teatral organizada por el Centro Musical Obrero de Lima

Núñez, Violeta 2010 El cine en Lima 1897-1929 Lima: CONACINE

Sánchez, Luis Alberto 1983 Los burgueses Lima: Mosca Azul editores

Tapia, Rafael 1993 “La Fiesta de la Planta de Vitarte”” en Pretextos N°3-4 Lima: DESCO

Thompson E. P. 1989 La formación de la clase obrera en Inglaterra Barcelona: Crítica

Williams, Raymond 1988 Marxismo y literatura Barcelona: Ediciones Peninsula


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Me sale espuma

"Quiero escribir, pero me sale espuma"