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CIUDAD: Letrada, sumergida, cantada, ¿oral?

Publicado en Insula Barataria

Publicado: 2019-12-05

Abstract 

El ensayo parte de los conceptos “ciudad letrada” y “ciudad sumergida” propuestos por Ángel Rama y Flores Galindo, respectivamente, para llegar a la idea de una “ciudad cantada”, un conjunto de poemas para ser cantados que, sin embargo, no son oralidad propiamente dicha. A diferencia de esta última, son textos que nacen en la escritura, tienen autor conocido, múltiples formas de registro. Se trata de la expresión de un pueblo que va construyendo un “nosotros”, una comunidad y que, al expresarse, deja de ser subalterno para pasar a ser rebelde.

Palabras clave: Poesía popular, ciudad, vals, modernidad, “nosotros”


Es ya un clásico de la crítica literaria latinoamericana el libro de Ángel Rama La ciudad cantada. Tiene varias virtudes, quiero referirme apenas a dos. La primera es situar la práctica escritural en un espacio geográfico. Más adelante en este mismo artículo veremos que hay otras escrituras, pero por lo pronto asumamos los conceptos tal como nos los deja Rama. La segunda es que da cuenta de las diferentes funciones que tiene la letra en este espacio. Las ciudades latinoamericanas nacen en el papel: se planifican antes de construirlas. Por eso en la Lima antigua cada cuadra tenía una función y un nombre. La propiedad se fija por escrito, escribanos y notarios sirven para eso. En tiempos del esclavismo los cuerpos humanos estaban llenos de inscripciones: el nombre de los propietarios. Por cierto hay que mencionar los espacios letrados por excelencia: colegios, universidades, librerías, recitales. El poder político, económico e ideológico, se estructuran desde la letra.

Pero no es la única ciudad que se construye en el mismo espacio. Otro libro clásico, esta vez de las ciencias sociales, de Alberto Flores Galindo: Aristocracia y plebe. La ciudad sumergida. Ahí da cuenta de otra ciudad que se va construyendo en el mismo espacio, subexpuesta, sumergida. Una ciudad que no está construida desde la aristocracia sino desde la plebe. Flores Galindo la va a descubrir en los relatos de Palma y en las acuarelas de Pancho Fierro.

Pero también se puede rastrear en las canciones. No hay barrio popular que no tenga la suya. . Luciano Huambachano nos hace una descripción del Rímac “Barrio bajopontino/ de locas mocedades/ de El Peral, El Molino/ de lejanas edades”. Y es que el barrio es el espacio de la canción. Todavía vemos en las calles más populares la gente reunida alrededor de botellas y guitarras. No importa que sea en sillas sacadas de la casa o paradas en una esquina como propone Augusto Ego Aguirre: “Cantores de mi barrio/ guardianes de la esquina/ parados en la noche/ de la vereda fiel”. Es más, es en el barrio que se transmite la tradición de una en otra generación: “a los nuevos bohemios/ entrego mi pendón/ para que lo conserven/ y siempre hagan flamear/ celosos de su barrio/ y de su tradición” (Felipe Pinglo, De vuelta al barrio).

A partir de canciones se va construyendo un “nosotros”. Al punto que si se puede decir que el vals nace de la clase obrera, también se puede decir que la clase obrera nace del vals. Y, por cierto, también del tango y de otros ritmos que por distintos medios llegan a nuestra ciudad. Una de las primeras organizaciones de trabajadores fue el Centro Musical Obrero de Lima. Ahí Lévano tocaba el saxofón y algo ayudo el ser conocido para llegar a ser dirigente de la lucha por las 8 horas. Sus canciones eran de reivindicación social:

Venid todos, compañeros
A la lucha que hoy se empeña
La encarnada y libre enseña
Luce al sol del porvenir

En la generación previa a la de Pinglo vemos una fuerte presencia de trabajadores. En el libro que Fred Rohner le dedica a la Guardia Vieja tenemos una lista bastante completa. Aquí pondré algunos ejemplos.

Nombre Oficio Nacimiento Barrio Etnia

Manuel Arredondo Carpintero 1854 Monserrate Negro

Eduardo Montes Rivas Cortador 1874 Rímac Blanco

Braulio Sancho Dávila Albañil 1881 Malambo Negro

Miguel Almenario Zapatero 1877 Barrios Altos Negro

Alejandro Sáez León Carpintero 1890 Rímac Negro

Augusto Ascuez Albañil 1892 Malambo Negro

Víctor Correa Pintor 1895 Barrios Altos Mestizo

Pinglo le dedica no una sino varias canciones a la clase trabajadora. Por sus letras circula el obrero fabril que sale del trabajo cuando ya no alumbra el sol; la mujer que trabaja en su casa gracias a su máquina de coser Singer; el canillita que corea los diarios de la mañana y entre ellos La Tribuna en tiempos en que el APRA era un partido que defendía a los trabajadores; el leñador y el labriego.

Es una clase trabajadora que participa de la construcción de la modernidad. No es raro que abandone la canción tradicional, la marinera, y adopte (transformándolos) los elementos culturales que vienen ya no de España sino de otros espacios europeos. El cine, el fútbol, el vals son parte de la Fiesta de la Planta que se desarrollaba en Vitarte. Era al mismo tiempo un momento ecológico, en el que los obreros plantaban árboles en su hábitat de vida y trabajo y un homenaje a la modernidad. Mientras José Gálvez extrañaba la Lima que se va la clase trabajadora construía la que se viene.

Pero otros letrados se comunicaban con esa clase trabajadora y los inspiraban. El diario El Comercio en sus primeros años sacaba noticias de las luchas de los trabajadores y tenía entre sus cronistas a Ricardo Palma que, como hemos visto, era un buen cronista de lo popular. Cesar Alfredo Miro Quesada dejó de escribir libros vanguardistas para componer valses con un nombre menos rimbombante: simplemente César Miro. Luego vinieron los nietos y El Comercio cambió (miren nomas lo que le paso a Mariátegui con Aldo). Pero antes los tranviarios le habían puesto el nombre de Ricardo Palma a una de las primeras bibliotecas obreras. A la izquierda de don Ricardo y los republicanos liberales estaban los anarquistas y buena parte de la disputa de don Manuel tiene que ver con el hecho de que los dos buscaban al mismo público. La generación siguiente, la del centenario, participa con todo de la Fiesta de la Planta. Ahí lo vemos a Mariátegui y escuchamos como sus amigos leen sus poemas: Magda, Alcides, Xavier.

Así las cosas no es raro que esta modernidad sea parte del quehacer de nuestra ciudad cantada. Pinglo comienza su vida musical haciendo fox trot y one steep. Recién cuando comienza a componer se dedica a lo nuestro. No totalmente, algunas de sus piezas son en esos ritmos venidos del norte. El fútbol también es parte de esa construcción del “nosotros”. Bien lejos de ser el foot ball inglés, tan técnico, el nuestro es quimbero y alegron. Sobre todo en el equipo de grones salidos de la construcción civil, Alianza Lima. Pinglo le dedica varios temas a ese equipo. También nos refiere los múltiples deportes practicados en el Callao.

Por otro lado no es raro que se haya dedicado tanta canción al Alianza Lima. Hemos dicho que en la canción se forma un “nosotros”. Son los actuales centros musicales, peñas criollas (diferente de las peñas turísticas) y otros espacios de cultura alternativa. En uno de ellos Pinglo y “Manguera” Villanueva compartían. Se trataba de la panadería del italiano Domingo Giufra. Cuando murió el panadero se convirtió en centro musical y hasta hoy se conserva. En Breña, el Rímac, Barrios Altos, Monserrate (Cuartel Primero) hay otros tantos.

Por cierto un tema importante en todo cancionero popular es el del amor y la mujer. Aquí también lo popular deja su marca en la canción. Mientras el prototipo de belleza en la ciudad letrada es blanco, en la poesía popular es más bien negro

Vamos a la Fiesta del Carmen negrita
Vamos que se acaba ya la procesión
Estoy encantado con tu cinturita
Y con tus ojazos que son un primor

He elegido esa canción para ligarla a otro tema: la religiosidad. En el pueblo no está ligada al pecado, como en los espacios de poder, sino a la fiesta, al erotismo inclusive.

Así se va tejiendo una cultura distinta desde los sectores populares. Cobran voz. Y aquí se hace pertinente la pregunta de Spivak “¿Puede hablar el sujeto subalterno?” y la respuesta es que no, que al hablar deja de aceptar su subalternidad, entra en rebeldía.

VOLVAMOS A RAMA

Comencé este ensayo hablando de Ángel Rama. Quiero terminar volviendo a él. Durante mucho tiempo el estudio de oralidades estuvo centrado en los Andes. Así parecía que había una contradicción en la que por un lado estaba la “ciudad letrada” y por otro la “comarca oral”. Pero esa no es exactamente la propuesta ramiana. En La ciudad letrada podemos observar como el mundo de las letras se va distanciando del poder conforme se adentra el siglo XX. Hacia 1870

“los escritores encontraron que podían ser “reporters”, o vender artículos a los diarios, vender piezas a las compañías teatrales, desempeñarse como maestros pueblerinos o suburbanos, escribir letras para músicas populares, abastecer los folletines o simplemente traducirlos, producción suficientemente considerable como para que al finalizar el siglo se establezcan leyes de derecho de autor”

Es un proceso al que nos hemos referido líneas arriba cuando vimos que Palma, González Prada, Mariátegui y todo el grupo de la revista Amauta compartían la cultura de los trabajadores, asistía a la Fiesta de la Planta donde leían sus textos pero también escuchaban la poesía que los trabajadores producían. Periodista fue uno de nuestros primeros letristas, Abelardo Gamarra, autor de “Andarita” en homenaje a Luis Pardo y que fue quien le puso nombre a la marinera. Periodista también el autor de “El parisien”: Carlos Gamarra.

Pero creo que el “escribir letras para músicas populares” era una opción más compleja. Es cierto que estos letristas (y más aún si eran además compositores de la música) pudieron surgir porque había un público. Pero también lo es que estaban eligiendo el público al que se dirigirían. Se estaba formando lo que Gramsci llama la intelectualidad orgánica del proletariado. Y junto a las canciones aparecían las bibliotecas, el teatro popular, los centros musicales. Lo que podría llamarse una “ciudad cantada”.

La marinera, traída por los españoles desde las Palmas Canarias (de ahí que se le cante a la palmerita, habitante de dichas islas) era oral. Eran coplas o redondillas que se recordaban. Por eso necesitaban el verso de 8 silabas y la rima. Ahora ya dejo de serlo. Gamarra y Pinglo, más adelante Acosta Ojeda, en nuestros días Fernando Rentería o Raúl Valdivia escriben. La diferencia entre la canción y el libro no está a nivel de la producción (escrita en ambos casos) sino del consumo (leída una, escuchada la otra). Por eso ahora el vals puede ser en verso libre. Aunque creo que en esto tengo alguna diferencia con Raúl Bueno que nos habla de una “ciudad oral” yo prefiero llamarla “ciudad cantada”.

BIBLIOGRAFÍA

BUENO, Raúl

2010 Promesa y descontento de la modernidad. Estudios literarios y culturales en America Latina, Lima: Universidad Ricardo Palma

FLORES GALINDO, Alberto

1991 La ciudad sumergida: aristocracia y plebe en Lima 1760-1830 Lima: Editorial Horizonte

LÉVANO, César

1998 Un cancionero escondido. Historia y música del Centro Musical Obrero de Lima, Lima: Biblioteca Nacional del Perú-PUCP.

MATHEWS, Daniel

2016 La ciudad cantada: Lima, Santiago, Buenos Aires, Lima: CEDET.

RAMA, Ángel

1984 La ciudad cantada. Hanover: Ediciones del norte

ROHNER, Fred

2016 La Guardia Vieja. El vals criollo y la formación de la ciudadanía en las clases populares. Estrategias de representación y de negociación en la consolidación del vals popular limeño. Tesis de doctorado. Universite Rennes 2, Rennes

SARMIENTO, Rodrigo

2018 Felipe Pinglo y la canción criolla Lima: UNMSM.


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