El espectáculo y la cultura
A propósito de Patricia Salinas
Quien es especialista en espectáculos no debería hablar de cultura. No solo son cosas distintas. Son opuestas. La comercialización de la vida también ha vuelto comercial la música, la poesía, el teatro. Cuando un periodista de espectáculos dice que Polo Campos es el mejor compositor de valses que ha tenido el Perú, obviando a Pinglo, Casas, Takahashi Nuñez, está dejando claro que sus patrones de medición son distintos a los nuestros.
El espectáculo es una actividades generadora de sentidos comunes enajenados. La televisión no establece un diálogo con el espectador. Nos mantiene inactivos y por eso nos sume en la impotencia.
Nos vende un conjunto de miedos que hace del otro un enemigo, de la comunidad un lugar inseguro y de las relaciones sociales, relaciones de disputa. Basta ver como están tratando el tema de la pandemia para que quede claro. Quien va al mercado es un irresponsable. Quien mira televisión en casa nos quiere contagiar a todos. Y, por cierto, el maltrato policial se justifica. Lo curioso es que no es una política nueva. Antes fueron los terroristas, los delincuentes, los extranjeros, los que piensan diferente, los que se visten distinto. Es una instancia disciplinadora y dueña de la verdad.
Los trabajadores de la cultura no te damos verdades ni creamos sentidos. Ayudamos a crearlos en un diálogo abierto. En las comunidades humanas hay una construcción de sentidos comunes que emana de la experiencia, del intercambio que establecemos con nosotros mismos, con nuestros semejantes y con la naturaleza y de las diferentes prácticas de vida. Son explicaciones colectivas de aceptación general, que se van diseñando en el rumiar de las experiencias y observaciones cotidianas, en el pensar y en el hacer de la vida.
Pero el capitalismo, con su afán de comercializar la vida, creó una dinamica distinta, opuesta. La socialización de las ideas encontró vías indirectas (televisión, por ejemplo) en las que los objetos empezaron a jugar roles cada vez mayores, eliminando la construcción intersubjetiva; las ideas se dejaron de rumiar, de compartir, y los sentidos comunes dejaron de ser una construcción de la comunidad (dejaron de ser comunes) para convertirse en nuevos productos, sólo que dirigidos a la conciencia.
Así las cosas no es raro que se mencione como "artistas" a gente del espectáculo que, con las cantidades que ganan, pueden ser "caritativos". Es más, deben ser "caritativos" porque es parte de su sistema de compra-venta. La caridad es lo opuesto a la solidaridad. Crea una relación vertical en la que uno es el "bueno" y otro el "necesitado". Pero si alguien es caritativo porque así lo dispone el marketing es que ha dejado de ser una persona para ser un producto comercial.
Los artistas tenemos una tarea totalmente distinta. Mantener la llama de la duda prendida. Hay que dudar. Dudar de la eternidad del capitalismo, dudar del individualismo, de la verdad