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El Hiperión de Hölderlin: el pasado como utopía

Publicado: 2021-01-10

El romanticismo es una reacción contra la comercialización de la vida que impone el capitalismo. Aunque está proyectada hacia un futuro usa el pasado como un paradigma de la sociedad posible. En el caso de Hiperión, la novela de Hölderlin, esta proyección al pasado se da en dos etapas. En la primera se marcha hacia Grecia, en la segunda hacia el socialismo primitivo y su relación con la naturaleza. 

El poeta percibe la presencia de la divinidad en la Naturaleza, en todos los elementos y energías, en el cielo y el éter, en la tierra, en los ríos, en la belleza y la hermosura, en su adorada Diótima; se siente imbuido en la tradición de Grecia, un pueblo que vivía en perfecta unión con las potencias divinas, que el hombre moderno ha perdido al dividir el mundo en dualidades antitéticas: naturaleza y espíritu, objeto y sujeto, sensibilidad y conciencia.

Los personajes: Hiperión y Diótima

Los nombres que usa Hölderlin para sus personajes no son gratuitos. Recordemos que, según dice Benjamin, "El nombre propio es la comunidad del hombre con la palabra creativa de Dios". Aunque en el caso de la novela que comentamos se trata de un personaje creado que cuenta su vida en una serie de cartas es bueno señalar la referencia mitológica que contiene. En Grecia Hiperión era un Titán, hijo de Urano (el Cielo) y Gea (la Tierra). Es considerado a menudo el dios de la observación, y su hermana Tea la diosa de la vista. Según Hesíodo, se casó con Tea, su hermana, con la que tuvo tres hijos: Helios (el Sol), Selene (la Luna) y Eos (la Aurora). Holderlin tiene un poema dedicado al Sol, que sigue reinando en los pueblos que mantienen la veneración. (“se ha ido muy lejos de aquí/ a los devotos pueblos que aún lo veneran”) y otro en el que lo relaciona con Diótima:

Para mi eres luz amiga que sube y que baja,
Y así mis ojos te saludan cada día ¡oh esplendor!
Pues aprendí a venerar en silencio a los dioses
Cuando Diótima purificaba mis sentidos

Diótima es un personaje permanente en la obra de Holderlin. Le dedica todo un libro. También podemos establecer una referencia previa en este caso En el diálogo de Platón, una serie de hombres de hombres discuten sobre el significado del amor, entre los que Sócrates es el orador más importante. Él dice que en su juventud aprendió la "Filosofía del Amor" de Diótima, una sacerdotisa o vidente.

De esa manera, desde los personajes, quedan dos temas fijados: la fundación de un pueblo libre, que supone el regreso al culto solar y natural y el amor, tanto entre amigos como de pareja.

Atenas como paradigma

Cuando se piensa en Atenas es fácil recordar su aporte cultural. Fue el espacio donde vivieron muchos de los grandes artistas, escritores y filósofos que dejaron marca no sólo en Grecia y Roma sino en toda la cultura occidental posterior. También fue ejemplar para su tiempo la organización política que tuvo, cuna de la democracia, aunque con los límites de género propios de la época. Pero no es eso lo que rescata Holderlin. La filosofía, el arte, la organización política son “flores y frutos del árbol, no suelo y raíces”. Más importante que el pensamiento de los “sabios” es la sabiduría de los comunes. Y esta debe ser procesada con autonomía y en un proceso autoconsciente.

El pueblo de los atenienses creció desde cualquier punto de vista más libre de toda influencia violenta que ningún otro pueblo de la tierra. Ningún conquistador lo debilitó, ninguna violencia lo embriago, ninguna religión extranjera lo trastornó, ninguna sabiduría presurosa lo hizo madurar en una cosecha a destiempo

Imposible no ver en este párrafo una crítica al expansionismo de las potencias europeas sumado a un rechazó de la imposición de la Iglesia Católica como “religión oficial”

El proceso autoconsciente que necesitan los pueblos también es necesario para cada persona en particular: “¡Cómo odio, por el contrario, a todos esos bárbaros que creen ser sabios porque ya no tienen corazón, a todos esos monstruos groseros que matan y destruyen de mil modos la belleza juvenil con su mezquina e irracional disciplina”. El niño debe vivir una naturaleza completa para luego ir a la escuela. Así podrá saber el camino de regreso a la naturaleza.

A eso hay que añadir la restricción voluntaria del poder real. Hölderlin tiene una clara postura antiestatal, resulta así precursor de anarquistas y marxistas: “Siempre que el hombre ha querido hacer del Estado su cielo, lo ha convertido en su infierno”. Ha opuesto Estado a pueblo:

“¡Oh lluvia del cielo! ¡Oh entusiasmo! Tu volverás a traernos la primavera de los pueblos. A ti no puede hacerte nacer el Estado. Pero si él no lo impide, vendrás; vendrás con tus voluptuosidades todopoderosas, nos envolverás en nubes de oro y nos alzarás sobre la condición mortal y nos asombraremos y preguntaremos si todavía somos nosotros aquellos desvalidos que preguntábamos a los astros si en ellos florecería aún para nosotros una primavera”

Hay que tener en cuenta que no se trata del liberalismo económico, aquel que le da todo el poder a las empresas y que fortalece la comercialización de la vida. Se trata de la consigna de la revolución francesa: libertad, igualdad, fraternidad. La libertad de las personas para crear, expresarse, crecer como seres humanos. No es gratuito que Hölderlin le dedique uno de sus poemas a Rousseau.

Lograda esta belleza humana es que comienzan a nacer de ella frutos: el arte, la religión. Hay una profunda necesidad de religión en Hölderlin. Pero hay una frase que revela lo que para él es religión: “El pueblo ama a sus hijos, los dioses, que le aparecen con numerosos rostros. También fue así en Atenas. Y sin tal amor a la belleza, sin tal religión, todo Estado es un flaco esqueleto sin vida ni espíritu”. La religión no es otra cosa entonces que el amor a la belleza, los dioses son una invención del pueblo pero que responden a esa búsqueda de belleza. De la naturaleza humana realizada.

La forma de los dioses nos habla de las potencias del pueblo. Los extremos son lo sobrenatural y lo natural: dioses todopoderosos o dioses que en verdad son fragmentos de naturaleza. El punto medio, en el que se situaron los atenienses, son los dioses humanos. Dioses que no crean hombres serviles pero tampoco íntimos en exceso. Así los hombres libres crean dioses que potencian esa libertad.

Obtenidos el arte y la religión el siguiente paso es la filosofía. Recién cuando se tiene posesión de la belleza, ésta puede ser reconocida, descompuesta, analizada, pensada. Y la filosofía no es otra cosa que esa belleza que se piensa a sí misma.

Egipto y el norte como contraejemplos

El que no vive en la dialéctica amor/contraamor no está unido a la naturaleza y por eso no está unido a si mismo. Entonces la religión en vez de ser liberadora resulta opresora. Se vive de rodillas, se aprende a arrodillarse antes de aprender a caminar; a rezar antes que a hablar. “La muda y sombría Isis es para él lo primero y lo último, un vacío infinito del que no ha salido nunca nada razonable”.

En el norte europeo, en cambio, prima el racionalismo “Pero de la pura inteligencia no brotó nunca nada inteligible, ni nada razonable de la razón pura”. Contra el racionalismo Hölderlin opone la belleza. Es necesaria la inteligencia, evita el sinsentido y la injusticia. Pero no le otorga un sentido a la vida. Y en esto hay una nueva crítica al capitalismo y su afán de “progreso”.

Entonces viene la idea de lo comercial. Atenas es saqueada. Se llevan las columnas y las estatuas para vendérselas unos a otros. El valor de cambio no considera la trascendencia del objeto sino su “rareza” como si fueran loros o monos. Lo bello no se puede comprar o vender.

La situación alemana

Es obvio que Hölderlin debía dar un espacio a la situación alemana. En su estudio sobre Hiperión Luckacs nos dice que Alemania no estaba preparada para una revolución como la francesa. En verdad en Alemania es uno de los primeros sitios donde se habla de comunismo. La guerra campesina del siglo XV tiene proyectado ese objetivo. El capitalismo depredador se origina a partir de la derrota de los campesinos europeos y de los pueblos americanos. Pero justamente la derrota campesina retrasa el movimiento intelectual. “Todavía no habían dominado ni Hegel ni Hölderlin las ideas de la Revolución Francesa cuando cayó en París la cabeza de Robespierre” dice Lukacs.

El cuadro que Hölderlin nos presenta sobre Alemania es de los peores “Bárbaros desde tiempos remotos, a quienes el trabajo, la ciencia e incluso la religión, han vuelto más bárbaros todavía, profundamente incapaces de cualquier sentimiento divino”. Y como el hombre solo se realiza cuando está en contacto con lo divino no hay “hombres” en Alemania. Hay artesanos, pensadores, sacerdotes pero no hombres.

Para que el hombre sea tal necesita realizarse. Dedicar con seriedad y amor todas sus fuerzas a aquellas tareas para las que los llama su espíritu. Si tiene otra actividad “¡que la rechace con desprecio y vale más que aprenda a trabajar la tierra!”. El tema de la vocación como proyecto de vida ha sido tratado en diversos momentos posteriores por Unamuno y MacKay. Yo encuentro que en muchos casos esto es irrealizable en el capitalismo mientras el trabajo esté ligado a la satisfacción de las necesidades primarias. 

Como diría Cortazar: “alguna vez Thomas Mann dijo que las cosas andarían mejor si Marx hubiera leído a Holderlin; pero vea usted, señora, yo creo con Lukacs que también hubiera sido necesario que Holderlin leyera a Marx” (Prosa del observatorio). El viejo dilema de cambiar al mundo o cambiar al hombre que atormentó también a Rimbaud y a los surrealistas. En el caso de Hiperión se da el mismo grito: “¡Que cambie todo a fondo! ¡Que de las raíces de la humanidad surja el nuevo mundo! ¡Que una deidad reine sobre los hombres, que un nuevo futuro se abra ante ellos!”

El pasado como utopía

Pero las “raíces de la humanidad” de las que debe surgir un nuevo mundo se ubican en el pasado. Y no en el pasado griego únicamente. Más allá en verdad. En los tiempos en que no había nada que no fuera comunitario y donde el hombre convivía con la naturaleza.

“El hombre no puede disimular que hubo un tiempo en que fue feliz como los ciervos del bosque, y a pesar de los incontables años transcurridos, se apunta todavía en nosotros la nostalgia por los días de aquel mundo originario en que todos recorríamos la tierra como dioses, antes de que no sé que domesticara a los hombres, cuando todavía los rodeaban por todas partes no muros y maderas muertas, sino el alma del mundo, el aire sagrado”.

El hombre ha sido domesticado. Los aparatos ideológicos del Estado de los que habla Althuser han funcionado a la perfección. Pero recordamos que alguna vez fuimos felices y por eso podemos volver a serlo. La utopía de Hölderlin es arcaica diría Vargas Llosa, pero ese arcaísmo apunta a un futuro, al futuro comunista. Un futuro en que el hombre volverá a ser dios y los dioses hombres.


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Me sale espuma

"Quiero escribir, pero me sale espuma"