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Milagro de Navidad

Publicado: 2021-12-29

En una casa muy humilde malvivían Beatriz, una viuda joven de treinta y cinco años de edad, con sus hijos: Luis de nueve años, Manolito de siete y su madre Juana, también viuda de setenta años.

En ese hogar que se mantenía con la pequeña pensión de viudez de Beatriz, la madre de los niños que estaba enferma del corazón y no podía trabajar, y la ayuda de una entidad benéfica, no había Navidad, ni árbol iluminado con muchas guirnaldas y bombillitas, ni un pequeño nacimiento, ni tan siquiera una cena especial, para un día tan señalado como era la Nochebuena.

—A Papá Noel le he pedido un caballito azul, una construcción, un balón de reglamento, unos patines y una bicicleta—decía Manolito ingenuo, sin comprender las penurias por la que estaba atravesando su pequeño núcleo familiar.

—Yo le he pedido un corazón nuevo y sano para mamá y que papá que está en el cielo, con el abuelito José, pueda ver a Dios y no nos olviden nunca, porque seguimos rezando todas las noches por ellos—respondía Luis, cuando sus amigos se contaban en el colegio, el montón de regalos que Santa Claus y los Reyes Magos les iban a traer en Navidad.

Pero la historia comienza antes. Durante el mes de noviembre y diciembre, Luis acompañaba a unos vagabundos a la salida del colegio a recoger cartones y chatarra en los containers de su barrio.

Logró con gran esfuerzo reunir unos pocos soles, con los que pudo comprar la tarde de Nochebuena un panetón y una tableta de chocolate. Cuando le preguntaron cómo había conseguido la plata contó la historia de sus amigos los vagabundos, que seguramente estarían durmiendo en ese momento debajo de un puente, como de costumbre.

— ¿Cuántos son los vagabundos esos?—preguntó la abuela, Juana, con curiosidad.

— Son tres. Ellos me alzaban en sus brazos para que me metiera dentro de los containers para sacar los cartones, ya que por ser niño, era el más ágil.

— ¿Y tú sabes, Luis, donde puedes encontrar ahora a tus amigos vagabundos?—preguntó la madre con una sonrisa brillando en su bello rostro.

— ¡Claro que sí! Viven debajo del puente—dijo Luis.

— Vete a buscarlos, dijeron todos a coro

Pero cuando llegó debajo del puente no estaban solos. Había con ellos una pareja. Y ellos insistieron en que no la dejarían sola. Además la mujer estaba en cinta.

- Está bien, vamos todos, dijo Luis. No le quedaba otra.

Apenas llegaron a casa la mujer comenzó a sentir los dolores del parto. Estaba por nacer un niño al que pusieron de nombre Jesús.

Por cierto, los tres amigos de Luis se llamaban Melchor, Gaspar y Baltasar. Les queda a ustedes adivinar como se llamaba la pareja.


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Me sale espuma

"Quiero escribir, pero me sale espuma"