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Dos ensayos sobre Victoria Santa Cruz

Ponencia presentada en el homenaje sanmarquino a Victoria Santa Cruz

Publicado: 2022-10-06

Victoria Santa Cruz no solo ha sido reconocida en el Perú sino también en el extranjero. Quiero hacer la reseña de dos ensayos que se le dedicaron. Uno hecho desde los Estados Unidos y otro desde Colombia. El primero centrado sobre todo en la labor pedagógica de Santa Cruz, el segundo en el análisis de cuatro de sus poemas. Creo que apenas son una muestra de todos los mundos que se mueven detrás de los estudios santacrucinos. Al final planteare algunas tareas que siento necesarias para dar continuidad al trabajo que estos estudios nos transmiten.

FELDMAN Y LA PEDAGOGÍA DE VICTORIA SANTA CRUZ

El primer trabajo que quiero mencionar es “Cumanana and the Ancestral Memories of Victoria Santa Cruz”, que es el capítulo 2 del libro de Heidi Carolyn Feldman, Black Rhythms of Peru: Reviving African Musical Heritage in the Black Pacific. Después de situar nuestros ritmos negros en una coordenada geográfica, el contexto del Pacifico Sur, y una temporal, las décadas del 60 y 70, en la que de la mano de los Santa Cruz se produce un renacimiento de las expresiones artísticas negras. Espacialmente en el Atlántico la presencia africana es más evidente. Hay expresiones religiosas, léxicas y culturales en general que la evidencian. Entre nosotros los negros pareciera que son más bien los encargados de conservar la herencia española, como Nicomedes Santa Cruz con la décima o su hermano Rafael con el toreo y recibir los aportes europeos como el vals, cultivado por César Santa Cruz o el fútbol. Sin embargo, en las décadas de los 60-70, producto de las revoluciones africanas y de movimientos sociales y culturales, se comienza a forjar una tradición que quiere hundir sus raíces en el África o en la negritud. Es en esa época que comienzan los aportes de José Durand a quien Feldman describe como “el criollo blanco que organizó y dirigió el primer gran espectáculo de música y danza negra que se realizó en Lima en el siglo XX”. Luego estudia a Victoria y Nicomedes y dedica otros tres capítulos a expresiones posteriores: Perú Negro, Susana Baca y Chincha.

Nos dice Feldman que es en esa misma época que comienza a usarse el término “afrodescendiente”. Es bueno, sin embargo, precisar que Victoria Santa Cruz, a pesar de sus búsquedas de las raíces africanas, no rechaza el término “negro”. Lo vemos por lo menos en dos de sus textos. En “Me gritaron negra” vemos cómo va cambiando de significado a partir de la variación de los tonemas y pasa de ser insulto a ser parte de una identidad alegre y orgullosa. En “Pa´ goza el ritmo del tambo” proclama “Pa´goza el ritmo del tambo, negro tiene que ser”. El término “afrodescendiente” no se presta para sustituir a negro en ninguno de los ejemplos señalados. Es más, la denominación “afrodescendiente” se ha limitado al circuito de las ONG, la academia y el Estado. En el trato diario, más cariñoso, seguimos usando negro, negra. Feldman, citando a Suárez Rodillo, cuenta una anécdota de uno de los discípulos de Victoria en el grupo Cumanana: “Luis le atribuía a la guía de Victoria el haberlo empoderado para utilizar la palabra “negro” con orgullo en lugar de esconderse detrás de eufemismos como “moreno” o “persona de color” “¿Gente de color? -le increpaba Victoria- ¿de qué color?... Llamemos a las cosas por su nombre”

Esa es una diferencia clara entre el Pacifico y el Atlántico. Al otro lado de América (Colombia, Brasil, Cuba, Haití, el Caribe) hay presencia de religiosidad, léxico y otras expresiones culturales africanas sobreviviendo en el pueblo. Por eso, es cierto lo que Feldman señala: Victoria Santa Cruz “dirigió su interés hacia el Atlántico Negro con el propósito de forjar una identidad diaspórica transnacional para los negros peruanos, tomando prestados instrumentos musicales y expresiones culturales”. Pero, como no podía poner todo el peso en elementos foráneos, ella nos habla de una “memoria ancestral” desde la que se forjaría lo que Feldman llama “una técnica coreográfica que le permitió a ella regresar a la patria africana, buscando en su propio cuerpo los remanentes de sus ritmos orgánicos ancestrales”. Eso explicaría, toda la preocupación filosófica de Santa Cruz por el “ritmo como eterno organizador”. Feldman cita el texto “Descubrimiento y desarrollo del sentido rítmico” donde Victoria Santa Cruz hace explicita esta relación entre la danza y la búsqueda de los ancestros: “El ritmo es el gran organizador, es la clave de la conexión con los secretos de las culturas orgánicas del pasado. Este es el secreto que debemos penetrar por medio de nuestro cuerpo físico que funciona como vehículo, nunca por intermedio del intelecto frío y colonizador”.

A partir de ahí se entiende, y quizá esta es la parte más importante del ensayo de Feldman, el método pedagógico de Victoria Santa Cruz para el sentido y desarrollo de un sentido interior del ritmo, su recreación de los bailes negros peruanos (el lando y la zamacueca) y el poderoso papel que cumplió en la formación de la primera generación de actores y bailarines negros que actuaron en los principales escenarios de Lima. Sin embargo, nos recuerda el ensayo que estamos comentando, luego hubo un cambio importante en Santa Cruz. En 1980 con el regreso del régimen electoral (no quiero llamarlo democracia, que no lo es) Victoria tiene que abandonar los proyectos que desarrollaba en el gobierno militar y se muda a Estados Unidos. Ahí sigue aplicando su método pedagógico, pero ya no con población negra. Entonces universaliza su criterio, tal como vemos en su libro Ritmo el gran organizador. Feldman lo cita: “A este nivel he llegado en esta etapa de mi vida, a través de una cultura que si bien africana, hoy se por vivencia que es cósmica”. Este cambio es de importancia vital, el ritmo sigue siendo lo que identifica a la persona y lo lleva a explorar aspectos que no podría conocer con el solo intelecto. Pero deja de estar racializado, ese “negro tiene que ser” de la canción citada ya no tiene el valor que antes se le daba.

Elementos importantes en el estudio son los recuerdos que tiene de Victoria Santa Cruz Teresa Mendoza Hernández, ex integrante de Cumanana, el grupo folklorico que crean los hermanos Santa Cruz el año 59. Grupo que, nos informa Feldman, está inspirado en el trabajo de Katherine Dunham, una antropóloga y coreógrafa afro americana que estudió las expresiones culturales caribeñas derivadas del África y luego las tradujo en coreografías estilizadas y escenificadas. Debo señalar también que la propia Feldman conoció a Victoria Santa Cruz y termina el capítulo con evocaciones personales sobre los encuentros entre ambas, un relato que tiene de pensado, pero también de sentido: “Victoria está parada en la puerta de su hermosa casa con una gran sonrisa. Vestida con jeans y una camisa que le queda grande, tiene una parada como de bailarina. Cuando más tarde me dice que tiene 77 años, no puedo creerlo. Se sienta en una silla con la gracia de un gato estirándose”.

ESTUDIO COLOMBIANO DE VICTORIA SANTA CRUZ

El segundo libro al que me quiero referir es uno virtual de la Biblioteca Nacional de Colombia, editado por María Mercedes Jaramillo y Betty Osorio: Poemas y cantos: antología crítica de autoras afrodescendientes de Latinoamérica. En él figuran dos peruanas: Lucía Felicita Charún-Illescas de la que las editoras dicen que “reclama una identidad compleja donde convergen tradiciones culturales imprevistas (…) escribe en Alemania sus poemas sobre los afroperuanos de su país” y Victoria Santa Cruz a la que en el prólogo sitúan junto a Shirley Campbell Barr y Marianela Medrano como las poetas que reivindican el color de la piel. En cada caso hay una biografía, un ensayo sobre su obra y se recogen algunos poemas.

El ensayo sobre Victoria Santa Cruz está a cargo de la doctora de la State University of New York Diana Vela. Estudia cuatro poemas de Santa Cruz: “Me gritaron negra”, “Pa´ goza con el ritmo del tambo”, “Ya yo ta cansa”, “A que muevan la cola”. El primero es de hecho el poema más estudiado de nuestra compositora. Se trata, según Vela, de un tránsito de la debilidad a la resistencia, de la vergüenza al orgullo. En “Pa´ goza con el ritmo del tambo” Diana Vela ve el afán de libertad. Se le concede a la comunidad negra la capacidad de regocijo. Ya hemos visto con Feldman que esta canción propone que el gozo es exclusivo de los negros, cosa que luego supera y universaliza Santa Cruz, Pero resulta importante situar al negro en el terreno de la libertad, es un canto liberador: “Libre como un cimarrón /Negro tienes que ser/ Con la botija y el tambó/ Tienes que saber sentir”. “Ya yo ta cansa” nos habla del rechazo a la mera práctica intelectual, canción coral como “Me gritaron negra” esta vez el coro le pide a la protagonista: “Deja ya de pensar / lucha y vencerás”. Se trata, pues, de un llamado a la acción, que Victoria Santa Cruz valoraba como operación integradora, mientras, en palabras de Vela “equiparaba el pensamiento con una cárcel, y desconfiaba de la impronta excluyente y segregacionista de la racionalidad absoluta”. El último poema que analiza es “A que muevan la cola”: “A que muevan la cola les desafío/ ¿Quién mueve su trasero mejor que el mío? / Y si alguien me lo quema yo sin regaño/ prometo hacerle el gusto durante un año”. Es una invitación al baile del alcatraz, donde si no mueves la cola te queman el cucurucho que tienes colgado de la cintura. Pero también es clara, tanto en la letra como en la danza, la intención erótica y desafiante que se desarrolla.

Por cierto, este es un pésimo resumen de lo que Diana Vela nos dice en el curso del análisis de los poemas referidos. Así toma uno para hablar de su labor pedagógica u otro para referir su filosofía vitalista. Las características de una ponencia me obligan a ser breve. Me queda si resaltar la parte final del estudio de Vela: “Una amalgama de carisma y fortaleza definió permanentemente a Victoria Santa Cruz. Las lúcidas composiciones que analizamos en estas páginas no sólo confirieron a la comunidad afroperuana el valor y reconocimiento que el discurso oficial de la historia les había negado, sino que a su vez forjaron un modelo a seguir ante los reveses de la vida

TAREAS PENDIENTES

Creo que eventos como los que organiza Milagros Carazas son importantes. Pero no me parecen suficientes. Así como estos dos ensayos que he referido en esta pequeña charla hay varios más desperdigados por el mundo. Alguna vez le propuse a Susana Matute que hiciéramos una recopilación de los mismos. No solo por homenaje a Santa Cruz sino porque creo que es un derecho nuestro conocer lo que se comenta de nuestros autores. El ensayo de Diana Vela no ha circulado en el Perú, felizmente el de Fieldman si por esfuerzo de la Universidad Católica y el Instituto de Estudios Peruanos. Pero, publicado el 2009, ya está más que agotado. Y la Biblioteca Nacional del Perú no tiene, como si la de Chile, por ejemplo, una sección dedicada a las literaturas orales y populares. Esto es grave porque la riqueza peruana en la materia es bastante mayor que la chilena. Propuse organizar algo parecido en la Biblioteca de Letras, en San Marcos, y hasta quise regalar libros. Mi oferta no fue aceptada en esa oportunidad. Por último, pero no menos importante, creo que es necesario un estudio sistemático de esta gran riqueza que lo popular encierra. A la manera del diplomado de género de la facultad de Sociales sería posible uno de literaturas orales y populares en Letras. Incluso con la posibilidad de invitar a quienes nos estudian desde el extranjero. Yo ya no estoy en la Universidad y dudo que me quieran de regreso. Les queda a ustedes, los que están adentro, lograr que estas tareas puedan cumplirse algún día. Y si necesitan mi apoyo para algo de lo planteado aquí me tienen, antes de que me vaya a tocar cajón desde dentro.


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Me sale espuma

"Quiero escribir, pero me sale espuma"