La pregunta de Juan Gonzalo
La gran preocupación religiosa es la búsqueda de la comunidad perdida.
Esta semana estuve mirando lo que había escrito en los últimos meses para La Mula. Lo conversado con los amigos fue dedicar al tema que más me apasiona: la literatura popular. Pero he visto que persistentemente ha salido, casi sin proponerlo, otro tema más: la religión. Hemos visto las canciones que Manuel Acosta Ojeda le dedica a Dios, hemos discutido sobre el “Coraconse, o corangolo” de un poema en lengua congo, por último hemos hablado del Señor de los Milagros y los santos de la religiosidad popular. Incluso cuando no hemos hablado de Dios, alguna religiosidad había en temas como el de la muerte. Un amigo me criticó el último artículo, no entiendo todavía por qué le gustaron los otros.
No es raro, somos un pueblo religioso. Yo particularmente desconfío del pensamiento laico. Sobre todo en política. En primer lugar porque eso del Estado laico no es cierto en ningún lugar del mundo. En todos hay sacerdotes que opinan y que movilizan opinión pública, así que contra más democrático es el país más peso tiene esa opinión. Solo en épocas de dictadura o de caos puede crecer alguna otra religión como ocurrió con los evangélicos en tiempos de Pinochet, protegidos para paliar el trabajo que hacía la iglesia católica a través de la Vicaria de la Solidaridad.
El Estado-Nación también tiene asignado un número de atributos que sirven para reemplazar viejos atributos religiosamente enraizados como: nación, patria, bandera nacional, himno nacional y muchos otros. Particularmente nociones como la unidad de Estado y nación sirven para trascender las estructuras políticas materiales y son, como tales, representaciones de la unidad con Dios pre-estatal. Éstas han sido puestas en el lugar de lo divino.

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No se crea que quienes se oponen al Estado son menos religiosos. Las banderas y los himnos también son usados por los revolucionarios. El Centro Musical Obrero de Lima que dirigía Delfín Levano estaba lleno de himnos, muchos de ellos versiones anarquistas de la Marsellesa francesa. La APRA, en su momento revolucionaria, tomó uno de estos himnos y cambio el anarquismo por el culto al partido. Antes de eso nuestra Independencia había creado no sólo el Himno Nacional sino una serie de canciones patrióticas: “Cantad, ciudadanos, / con acorde voz/ himnos en aplauso/ del que os liberó” se escuchaba allá por 1821. Tuvieron también canciones la Revolución rusa y la República española. La Revolución mexicana convirtió los romances españoles en corridos heróicos. Y en todas ellas el espíritu religioso era evidente.
Lo que es el Estado laico en política son las Ciencias Positivas en el terreno del conocimiento. Es, en efecto, uno de los fundamentos ideológicos de la modernidad y sus dogmas han influenciado las ciencias sociales sustentablemente.
El positivismo puede ser circunscrito como una aproximación filosófica que está estrictamente confinada a la apariencia de las cosas, la cual fundamenta con la realidad misma. Dado que en el positivismo la apariencia es la realidad, nada que no tenga apariencia puede ser parte de la realidad. Sabemos por la física quántica, la astronomía, algunos campos de la biología e incluso por la esencia del pensamiento en si mismo que la realidad ocurre en mundos que están más allá de eventos observables. La verdad en la relación entre lo observado y el observador se ha mitificado al punto de que ya no encaja en ninguna escala física o definición.
El positivismo niega esto y así, hasta cierto punto, se asemeja a la adoración del ídolo de tiempos remotos, donde el ídolo constituye la supuesta razón. Pero, en este tema siempre hay peros, el pensamiento religioso siempre tiene algo de razón y el culto al positivismo siempre tiene algo de culto. Así que entre religiosos estamos.

oshun
Pero ¿cuál es el verdadero sentido de lo religioso? Para cierto grupo el Dios verdadero es el castigador. A esto le encuentro dos problemas. Uno es la idea de un “Dios verdadero” normalmente padre, nunca madre, dispuesto a eliminar a todos los demás dioses. Entonces ocurre lo que han llamado “choque de civilizaciones”. En América este choque produjo, en verdad sigue produciendo, un genocidio mayor que el de la II Guerra europea. Creo que el dialogo de civilizaciones podría resultar más fructífero. El segundo problema es que el Dios castigador divide la sociedad en castigados (homosexuales, gitanos, negros) y castigadores (Cipriani y su corte). De tal modo hay un choque permanente en el interior mismo de la “civilización”.
Pienso más bien que la gran preocupación religiosa es la búsqueda de la comunidad perdida. Es una idea que tomo de Jean-Luc Nancy que une en esta búsqueda desde Jesús hasta el comunismo: “la verdadera conciencia de la pérdida de la comunidad es cristiana: la comunidad, cuya falta y deseo animan a Rousseau, Schlegel, Hegel, luego Bakunin, Marx, Wagner o Mallarmé”.

wagner, según andrioli
Realmente imposible pensar a Wagner sin el mito. Basta ver sus títulos: El anillo del nibelungo, La valquiria, El oro del Rin. Por un lado no es raro que un músico romántico rescate la religiosidad y el mito. Pero además justamente la música produce una mayor relación con lo trascendente que la letra. Pero a Nancy lo gana su europeísmo cuando no pone ningún autor latinoamericano o africano. Cometeré el mismo error y hablaré de peruanos.
Mariátegui piensa que esa comunión que nos propone la religiosidad no debe operarse en el cielo sino en la tierra: “Los motivos religiosos se han desplazado del cielo a la tierra. No son divinos; son humanos, son sociales” dice en “El hombre y el mito” y hablando de Gandhi sostuvo que la fuerza de su rebelión se debió a que “inflamó de misticismo y de fervor el alma indostana”.

josé carlos mariátegui
Es por esto que Lowy considera que el Amauta también era romántico. El filosofo francés define el mito como “una protesta en contra el advenimiento de la civilización capitalista moderna, una rebelión en contra de la irrupción de la sociedad industrial/burguesa –una sociedad fundada en la racionalidad burocrática, la reificación mercantil, la cuantificación de la vida social en nombre de valores sociales, éticos, culturales o religiosos pre capitalistas”. El rescate de lo indígena en el Perú tiene una larga tradición que viene de Garcilaso, Huaman Poma, Francisco de Avila, Vienrich, el propio Mariátegui y Arguedas.

jose maría arguedas, por alfredo márquez
La obra total de Arguedas, no sólo la literaria sino también la pedagógica, antropológica, sus artículos periodísticos, sus actividades en museos y un sinfín más tiene como preocupación justamente el rescate de la religiosidad andina como centro de un proceso de comunicación estética y mediador del conocimiento de un mundo. Cada novela, cuento, ensayo encierra en si misma un cúmulo de articulaciones entre ideología, mito y planteos sociales. Descifrar lo que esconden los textos es referirse a elementos canciones y mitos quechuas como elementos compositivos privilegiados.
Pero la religiosidad peruana no está, como algunos creen, en lo andino. De hecho los artículos que han motivado esta especie de postdata se refieren todos a religiosidad capitalina. Por eso quiero terminar con un poema de Juan Gonzalo Rose que enfrenta esas dos formas religiosas que mencionábamos párrafos atrás: el dios castigador contra el de la comunión:
LA PREGUNTA
Mi madre me decía:
si matas a pedradas los pajaritos blancos,
Dios te va a castigar;
si pegas a tu amigo
el de cara de asno,
Dios te va a castigar.
Era el signo de Dios
de dos palitos,
y sus diez teologales mandamientos
cabían en mi mano
como diez dedos más.
Hoy me dicen:
si no matas diariamente una paloma,
Dios te castigará;
si no pegas al negro,
si no odias al rojo,
Dios te castigará;
si al pobre das ideas
en vez de darle un beso,
si le hablas de justicia
en vez de caridad
Dios te castigará
Dios te castigará.
No es este nuestro Dios,
¿verdad, mamá?
En este artículo cité:
Jean Luc Nancy La comunidad inoperante
José Carlos Mariátegui El hombre y el mito
José Carlos Mariátegui “Gandhi”
Michael Lowy. Comunismo y religión: la mistica revolucionaria de José Carlos Mariátegui.