Las palabras se devalúan tanto como la moneda. Por ejemplo la palabra “amable”, participio pasivo del verbo amar, se usa como sinónimo de “cortes”. Pero su significado real es “digno de ser amado”. Cuando yo digo “Teresa es amable” no es porque me cedió el paso o me abrió la puerta, mucho más que eso es que se deja querer.  

Con la palabra “peña” pasa lo mismo. Ahora es un “bar turístico” en el que el cantante está de adorno porque nadie lo escucha, el negocio es que la gente consuma más y más y las canciones no importan. Es más, es preferible que se canten las mismas canciones siempre, canciones que el público conoce de memoria y que “ya gustaron”. Nadie va a una “peña” a investigar nuestro patrimonio inmaterial ¡Por favor! Los mismos Centros Musicales han comenzado a cobrar por la entrada y ahora puede llegar cualquiera. Antes las “peñas” eran reuniones de amigos para cantar, si lo que se cantaba era marinera se llamaba “jarana” que además tiene sus propias reglas, de las que hablaremos otro día.

Hay un solo Centro Musical donde no se cobra entrada. En vez de eso se firma asistencia. Cada persona que llega pone su nombre en un cuaderno, de esos grandes que se usan para tomar actas. Antes en el mismo cuaderno se tomaba nota de las canciones que se cantaban en la fecha. Ahora eso tiene otro cuaderno, pero además se graban. Uno ve dos o tres grabadoras encima de la mesa. Abre solo los viernes y en un horario poco comercial. A esa hora en que todavía el resto de “peñas” y “centros musicales” se están preparando: de 5 a 9.

Funciona en una sala pequeña, de modo que todos comparten el mismo espacio, no hay mesas separadas. Los muebles que hay son los de una casa normal. Eso permite que todos realmente nos escuchemos y, cuando la canción amerita, hagamos incluso un comentario histórico. Mientras tanto, siempre por derecha, va circulando la botella de pisco.

Aquí sí que se investiga nuestro patrimonio inmaterial. Y es que el dueño de casa, Wendor Salgado, se siente con una responsabilidad: “La generación del 50 tuvo la suerte de conocer a Ascuez, Covarrubias y otros. Tenemos el deber de transmitirlo” dice. Luego piensa un poco en sus tiempos iníciales y cuenta: “Antes costaba aprender, uno tenía que ir a los barrios, estar detrás de los compositores. A los viejos no les gustaba enseñar, excepto a don Augusto Ascuez. Si tú quieres aprender escucha, te decían. Además en cada barrio cantaban distinto. En Barrios Altos cantaban distinto que en el Cuartel Primero”. Wendor nació un 21 de mayo de 1941 en Barranca. Pero a los dos meses ya estaba en Lima y a los 12 años ya recorría los barrios populares en busca de canciones y aprendizaje.

Pero incluso los más jóvenes son investigadores serios de nuestro acervo musical. Versados en los versos. Fred Rhoner elige siempre canciones muy antiguas. Pero al recibir los elogios por ese rescate señala que el mérito es colectivo. Dice que el propio Wendor o Renzo Gil, también presente, también joven investigador, se las enseñaron. Hay también quienes han sacado libros o discos como producto de sus investigaciones. Los amigos de “Sabor del 900”, que han hecho varios espectáculos ofreciendo canciones de inicios del siglo pasado, son infaltables. Bueno, definitivamente se trata de algo más que un “Centro musical”. Es una “Catedral”.

Y esto viene haciéndose ya por 11 años seguidos. Desde el 2005. Así que ahora se trata de festejar el cumpleaños. Será una fiesta por todo lo alto y para ello se necesita un local más grande. El jueves 5 nos reuniremos en el Centro Musical Breña desde las 8 de la noche. Están invitados.


Foto de portada:  Luis Cáceres Álvarez.

más sobre la catedral, en lamula.pe

Entre casas y Centros Musicales. Sin los Centros Musicales no hubiera historia de los de abajo. No sólo ofrecen música, son espacios de memoria.


El Criollismo tiene quien le cante. Viaje a la jarana y la bohemia en pleno corazón de Breña