¡Negra!
El poema coral de Victoria Santa Cruz. Un reconocimiento que es afirmación.
Lo primero que debemos decir de "Me gritaron Negra" es que se trata de un poema coral. Imposible de encontrarle el sentido completo por la sola lectura. Esto por varios motivos. En primer lugar el carácter dialógico del texto, con la presencia de un coro que “conversa” con la solista. Funciona en esto, pero no solo en esto como veremos más adelante, como la tragedia griega.
Pero además el hecho de que la palabra “Negra” vaya cambiando de significado a partir de los tonemas con los que se pronuncia. Los tonemas son uno de los aspectos menos estudiados por la lingüística porque no tienen marca en la escritura. Pero quienes estudiamos las literaturas de transmisión oral no podemos prescindir de ellos.
El poema comienza con una sensación de debilidad. No sólo por la edad, 7 años, sino por el “apenas”. Pero, la debilidad es mayor aún. No son 7, no son ni 5. Y el “siquiera” viene a reforzar lo que ya con el “apenas” era fuerte.
Frente a esa debilidad aparece la fuerza del coro. El grito de “¡Negra!” es peyorativo. Su repetición lo acentúa aún más. Y, como si fuera poco, tiene un carácter de género. Mientras la protagonista es mujer el coro es más bien varonil.
Luego viene el momento que llamaremos de anagnórisis 1. La anagnórisis (del griego antiguo ἀναγνώρισις, «reconocimiento») es un recurso narrativo que consiste en el descubrimiento por parte de un personaje de datos esenciales sobre su identidad, sus seres queridos o su entorno, ocultos para él hasta ese momento. Ese momento está marcado en primer lugar por las preguntas: “¿Soy acaso negra? ¿Qué cosa es ser negra?”
Siguiendo el proceso de anagnórisis, la revelación altera la conducta del personaje y lo obliga a hacerse una idea más exacta de sí mismo y de lo que le rodea. Y esta primera fase de reconocimiento supone una negación. Se quiere negar a sí misma, su negritud, en un fenómeno que ya fue descrito por Fanon. Pero que en la poesía resulta más fuerte que en el ensayo: “Y odie mis cabellos y mis labios gruesos/ y mire apenada mi carne tostada/ Y retrocedí”.
El odio psicológico va acompañado de una serie de negaciones físicas que quieren disfrazar esa personalidad descubierta. Se lacia el cabello, se polvea la cara. Un recurso que ya había usado su hermano Nicomedes en la décima “Como has cambiado pelona”: ¡Qué...! ¿También usas polvera?/ permite que me sonría/ ¿Qué polvos se pone usía?: /¿ocre? ¿rosado? ¿rachel?”. Pero esa negación la lleva a la caída, al suicidio. La única manera eficaz de negarse a uno mismo es la muerte. Por eso Roberto-Boby-Bob, el personaje del cuento de Ribeyro “Alienación”, también tiene que terminar muerto, norteamericano pero muerto.
Para evitar esa muerte fue necesaria una anagnórisis 2. Un nuevo reconocimiento. Esta vez, positivo. Frente a los gritos cada vez más fuertes y repetitivos del coro, la solista decide gritar también “¡Y que!” “Si, Negra soy”. Esa afirmación le da la llave. Creo que la acepción 12 del Diccionario de la Real Academia le calza perfecto a esta llave: “Principio o medio que facilita el conocimiento de algo”. Esta es la verdadera anagnórisis. El verdadero conocimiento logrado por fin después de un largo sufrimiento. A partir de ahí la palabra “Negra” dejará de ser peyorativa. Se llenará de ritmo. El propio coro, que estaba enmascarado, se quitara el antifaz y resultará que también es negro.
Y voy a reírme de aquellos,
que por evitar – según ellos -
que por evitarnos algún sinsabor
llaman a los negros gente de color
Post Scriptum: Cuando abrí mi blog MeSaleEspuma quise dedicarlo a la vida. En poco más de 7 meses he escrito sobre Juan Gelman, Oscar Avilés, Gabriel García Márquez, Rafael y Victoria Santa Cruz. En agosto murió además Henry Pease. Y más de 2000 gazatíes. Parece que este año el Uku Pacha está muy lleno. Reservo sitio para el próximo año.
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